Editorial: Las voces múltiples
Editorial: Las voces múltiples

La segunda vuelta ha producido una crisis de voceros tanto en Fuerza Popular (FP) como en Peruanos por el Kambio (PPK). Distintos representantes de cada uno de esos partidos han tomado en este último mes la palabra para pronunciarse sobre materias que, de alguna manera, comprometían a toda la colectividad política a la que pertenecen, para rápidamente ser ‘traducidos’ o desautorizados por sus dirigentes máximos.

En el fujimorismo, los ejemplos son abundantes. Si la congresista Cecilia Chacón dijo: “Nosotros creemos que el presidente Fujimori tiene que salir por la puerta grande”, Keiko Fujimori se sintió obligada a señalar: “Cecilia Chacón sabe muy bien cuál es mi posición y la posición del partido”. Y también: “Quiero dejar bien en claro, así lo he firmado, [que] hay un compromiso de honor con mi país: el poder político no se utilizará para beneficiar ni a mi padre ni a ningún familiar”.

Y si el legislador Héctor Becerril especuló: “El país ha hablado en las urnas: no está pidiendo que haya ese consenso de minorías”. A ella le pareció necesario precisar: “Las minorías son importantes, creemos en el diálogo; es lo que he aprendido en estos cinco años”.

Del mismo modo, el comentario del parlamentario electo Francesco Petrozzi en el sentido de que, gracias a la mayoría conquistada por FP en las urnas, las leyes correrían “como por un tubo”, la movió a reflexionar: “Es la opinión de alguien elegido por primera vez y que no conoce la hermenéutica parlamentaria. Las normas que se aprueban en el Congreso pasan por el diálogo, el debate; toman un tiempo. Siempre buscaré los consensos”.

La cumbre de estos anuncios desvirtuados desde la dirigencia, sin embargo, se produjo con el famoso tuit en el que Kenji Fujimori decía: “La decisión es mía: solo en el supuesto negado [de] que Keiko no gane la presidencia yo postularé el 2021”. Y que mereció la más severa de las llamadas de atención. “Aquí no hay espacio para posiciones personalistas; así lo deberían entender quienes pretendan mantenerse en el partido”, sentenció la líder de FP. Para finalmente añadir: “Rechazamos cualquier intento de alterar el proceso de elección interna con la autoproclamación de candidaturas cinco años antes de la elección”.

En los predios de PPK, por otra parte, los ejemplos más recientes han tenido que ver fundamentalmente con el galimatías producido por los distintos miembros del comando de campaña que abordaron la propuesta sobre la sustitución de la compensación por tiempo de servicios (CTS) por un seguro de desempleo, y con el áspero intercambio entre Salvador Heresi y varias autoridades del partido –el propio Kuczynski incluido– en torno a si aquel era o no vocero de la organización.

En ambos campos de esta disputa electoral, estos borrones y enmendaduras han supuesto un costo frente a los votantes, por lo que cabe preguntarse si esto ha sido simplemente producto de un desborde de políticos que quisieron ganar notoriedad arrogándose funciones que no les competían. Y si bien en parte eso quizá sea cierto, en nuestra opinión, el problema no deriva en realidad tanto de la proliferación de voceros como del hecho evidente de que los partidos a cuyo pensamiento se supone estos dan voz sufren de una de estas dos lamentables situaciones: no tienen uno sino varios pensamientos sobre aspectos claves de lo que representan (lo que parece sobre todo el caso del fujimorismo); o tienen sus pensamientos sometidos al mismo criterio al que Groucho Marx decía someter a sus principios (“si no te gustan, tengo otros”).

Si el pensamiento de estos partidos sobre los diferentes temas estuviese claro y firme, lógicamente, sin importar quién lo modulase, siempre sería el mismo. Y las desautorizaciones estarían fuera de lugar. Pero si este va cambiando de acuerdo con lo que las mareas de las preferencias indican en las encuestas – incluyendo qué tan seguros o no seguros los hagan sentirse estas de su victoria final–, el caos deviene inevitable.

Ahora, como consecuencia de lo anterior, las dos organizaciones han entrado en un período de relativa afonía, aparentemente persuadidas de la magia de que allí donde hay pronunciamientos, no puede haber tampoco rectificaciones (“Lo mejor es trabajar unidos y no hacer demasiadas declaraciones”, ha llegado a decir Pedro Pablo Kuczynski hace unos días). Pero una situación así no se puede prolongar cuando falta menos de un mes para que volvamos a las urnas, y las dos opciones en competencia harían bien en canjear ese silencio por un discurso unívoco.