
Es difícil pensar en un indicador económico más relevante para evaluar el desempeño económico de un país que el crecimiento de su clase media. Junto con la reducción de la pobreza, es posiblemente la variable que mejor ilustra las mejoras en la calidad de vida de la población mayoritaria, su acceso a oportunidades, y la salud económica general de una nación.
Eso hace especialmente grave el informe publicado ayer en este Diario por el Instituto Peruano de Economía (IPE). Según la investigación, basada en la reciente Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del INEI, ya van tres años consecutivos sin ensanchamientos en la parte media de los ingresos nacionales. La proporción de la población en ese rango se ha mantenido en 34%. Es decir, uno de cada tres peruanos puede ser considerado de clase media, de acuerdo con la escala según las definiciones del Banco Mundial.
La cifra es bastante mejor que lo que se tenía en el 2004 (19%), pero también peor que la del 2019 (40%). Las dinámicas reflejan, a grandes rasgos, tres momentos claves de la economía peruana de las últimas décadas. El primero es la etapa de alto crecimiento del 2002 hasta el 2013. Las profundas reducciones de pobreza y crecimiento de la clase media se dieron en este período, aparejadas con el buen desempeño de la inversión privada, del empleo y del PBI. En el segundo período, el de la desaceleración, entre el 2014 y el 2019, ve tasas de crecimiento del PBI de la mitad de la etapa anterior, y en consecuencia ganancias marginales o nulas en lucha contra la pobreza y expansión de clase media. El COVID-19 marca el último punto de inflexión. Luego de la caída dramática en todos los indicadores económicos en el 2020, la siguiente y tercera etapa –hasta hoy– ha sido de crecimientos modestos que tampoco han podido acelerar el cierre de brechas.
Hay varias explicaciones para todo esto, pero desde la pandemia lo principal ha sido la debilidad de la inversión privada –en un contexto de alta incertidumbre política– para empujar hacia arriba la productividad y los salarios. El crecimiento y robustez de la clase media no debería ser un indicador de segundo orden: es, en buena cuenta, una de las variables más relevantes para evaluar cómo vive la gran mayoría del país. ¿Qué más importante que eso? Y en ese indicador, en el que se juega tanto, no podemos decir que hemos avanzado en los últimos años.