Editorial El Comercio

Minutos después del mediodía de ayer, el cardenal estadounidense y de nacionalidad peruana Robert Francis Prevost se asomó al balcón de la basílica de San Pedro en su primera aparición como el Papa 267 de la Iglesia Católica. Aunque su nombre se encontraba en todas las quinielas, su elección agarró por sorpresa a nuestro país, pues vivió gran parte de su vida aquí, donde llegó a ser obispo de Chiclayo e incluso cuenta con DNI desde el 2015 (lo que, en otras palabras, lo certifica como nuestro compatriota).

De hecho, León XIV –el nombre que ha elegido para su papado– no se olvidó de su paso por el norte peruano en su discurso inaugural, donde recordó a su “querida diócesis de Chiclayo en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe y ha dado tanto para seguir siendo Iglesia fiel de Jesucristo”. Una frase que quedará grabada en la historia peruana.

Para el resto del mundo, seguramente, Prevost es una incógnita. La prensa internacional, por ejemplo, ha destacado su “perfil bajo” y su “carácter reservado”. En nuestro país, sin embargo, muchos lo conocen bien y han dado fe de su calidad de persona, su cercanía con los pobres y su genuina preocupación por los asuntos sociales, en muchos de los cuales se implicó de manera activa mientras ejercía como obispo, siempre invocando al diálogo, la transparencia y el trabajo conjunto.

Además, la trayectoria de vida de Prevost lo provee de una característica que muy pocos –por no decir ninguno– de sus predecesores tenían: es, al mismo tiempo, un representante de una potencia mundial (como Estados Unidos) con un conocimiento profundo de los problemas que enfrentan los lugares más alejados de los núcleos de poder, como América Latina y, especialmente, el Perú.

Esta cualidad le será sin duda útil para la misión que le ha sido encomendada: dirigir la comunidad religiosa más influyente del planeta en un momento en el que la humanidad atraviesa episodios de violencia, conflictos, oleadas migratorias y muchos otros, tanto en el primer mundo como en las zonas más postergadas. Seguramente, entre los cardenales había varios con los atributos suficientes para tomar la posta de Francisco, pero resulta difícil hallar uno más adecuado que León XIV. No por nada aquel lo encumbró al nombrarlo jefe del Dicasterio de Obispos en el 2023, una decisión en la que muchos vieron un guiño a favor de Prevost.

Por supuesto, los desafíos que enfrentará serán enormes, pero las credenciales de León XIV demuestran que tiene cualidades de sobra para enfrentarlos. Que así sea.

Editorial de El Comercio

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