"Los odiadores": lee la columna de Beto Ortiz
"Los odiadores": lee la columna de Beto Ortiz
Redacción EC

BETO ORTIZ

La frase quedó grabada en piedra: “Prefiero a un senderista antes que a un chileno”. La dijo en la radio mi amigo Phillip Butters, a cuyo programa acudí una vez más para que muchos volvieran a preguntarme, como siempre: ¿cómo puedes conversar tan tranquilamente con tremendo homofóbico? Bah. Yo no creo que lo sea, y, aunque lo fuera, ¿debería convertirme en su automático enemigo? Mi impresión es que él disfruta, como los predicadores, incendiando, azuzando las pulsiones más primarias de la muchedumbre: ¡Dios! ¡La patria! ¡La familia! And all that jazz. Ayer, por ejemplo, formuló a sus oyentes esta pregunta: si Abimael y Piñera se estuvieran ahogando en el medio del océano… ¿a cuál de los dos salvarías? Y mucha gente –patrióticamente aturdida, por cierto– salvaba al peor carnicero de nuestra historia. Lo único que yo sé es que, si me estuviera ahogando, me importaría un pepino que me salvara Osama Bin Laden con tal de no morirme. ¿O ustedes les pedirían primero su carnet de extranjería, su certificado de antecedentes policiales, su partida de bautizo? Es ridículo, en serio. Tanta beligerancia gratuita es tan ridículamente infantil. ¿No te da vergüenza sentarte a conversar con ese fujimorista? Pof. ¿Qué hace allí semejante facho? Ajj. ¡Bota de tu set a ese maldito aprista! Guácala. ¿Cómo soportas a tanto caviar? ¡Ese es un protaurino! ¡Aquel, un antiminero! ¡Y el de más allá es hincha del Unión Minas! ¡Crucifíquenlo! 
 
¿Alguien recuerda en qué momento empezó esta estúpida persecución entre peruanos? ¿Cuándo fue que mutamos en hinchas fanáticos, enloquecidos? Lo padecí todo el tiempo cuando hacía las entrevistas de la mañana. No importaba quién fuera el invitado. La odiadora tribuna, invariablemente, pifiaba. Todos mis entrevistados tenían un pero, un baldón, una mancha. Ningún cuchillo cortaba. Nadie era bueno, nadie era digno. Todos figuraban en alguna lista negra. Todos apestaban. Y, en consecuencia, había que lincharlos, por supuesto. Porque para carboneros, ahí sí, llámennos. ¡Uy, uy, no me dejo! ¡Uy, uy, mechadera! Eso mismito nos está pasando con el fallo de La Haya. Nadie da la talla: Allan Wagner no nos gusta porque es aprista. Eda Rivas tampoco, porque es caviar. Y Rodríguez Cuadros anduvo con Toledo. Y es en este clima de unión nacional que nos preguntamos: ¿cómo se va a sentar Humala a dialogar con Piñera, que es, a todas luces, de la DBA, y mucho menos con la roja de la Bachelet? Es más: ¡cómo se va a sentar un peruano a conversar con un chileno! ¡Porompompón, porompompón, el que no salta es un chileno maricón! Sí, claro. Nadie nos gana metiendo candela. ¡Uy, uy, eso se borra con sangre! Sí, claro. Pero, ¿con cuál sangre, ah? ¿Con la de quién? No hay mar en el planeta que valga una gota de sangre de los hijos ajenos. Y si no estás dispuesto a mandar a los tuyos a pisar minas, a desangrarse, a quedarse sin piernas, mejor no hables de guerra. Mejor ni hables. Mejor escucha. Si quieres que te entiendan, escucha.