Editorial El Comercio

La agonía de , empresa pública agobiada por sus deudas y malos manejos, es una especialmente larga. La prolongan los continuos salvatajes que recibe de un sector público timorato y que parece en ocasiones capturado por los intereses de la propia petrolera.

La siguiente mano extendida que parece próxima a recibir viene de Perú-Petro, empresa estatal responsable de promocionar y licitar los lotes petroleros del país. José Mantilla, anterior presidente de la institución, ofertó los lotes I y VI, en Piura, a finales de febrero, bajo protesta de personas cercanas a Petro-Perú. Esta última pretendía que los lotes les fuesen otorgados sin concurso alguno, a dedo, puesto que las finanzas de Petro-Perú no alcanzaban la solvencia requerida para ganar la buena pro en una competencia abierta.

Pero mientras la gestión de Perú-Petro defendía su decisión de licitar los lotes, Mantilla fue reemplazado intempestivamente por , expresidente de Petro-Perú. La sospecha, por supuesto, es que el cambio en la presidencia del directorio de Perú-Petro tenga como objetivo favorecer a la petrolera estatal con los lotes, dado que continúa la evaluación técnica y económica de las empresas ganadoras.

Petro-Perú no tiene la capacidad financiera para invertir las sumas necesarias en los lotes, y tampoco queda claro que deba ocuparse de nuevas inversiones antes que de tapar el hueco financiero que generó con el desastre económico de la refinería de Talara. Adicionalmente, Perú-Petro tiene pendientes decisiones alrededor del lote 192 que podrían favorecer indebidamente a Petro-Perú tras el retiro de su socio, la canadiense Altamesa, del proyecto. Entre estas decisiones se cuenta, por ejemplo, la ejecución de una carta-fianza por US$40 millones.

Sería poco serio pretender que el cambio de Mantilla no tiene un fuerte trasfondo político. Chira, al igual que el actual presidente de Petro-Perú, Alejandro Narváez, y su gerente general, Óscar Vera, comparten con la presidenta y el entorno palaciego una visión sesgada a favor de la manera tradicional de operar de Petro-Perú. El resultado son finanzas públicas drenadas por la petrolera, fallas constantes en las operaciones y en el manejo corporativo y, ahora, con el cambio en Perú-Petro, un pésimo mensaje para cualquier inversionista en el sector hidrocarburos con el empoderamiento de Petro-Perú. La pregunta de fondo entonces es, ¿dónde están y qué opinan el y el de todo esto?

Editorial de El Comercio

Contenido Sugerido

Contenido GEC