Durante su mandato, Martín Vizcarra le vendió al país la idea de una cruzada por una supuesta renovación de la política con los mejores cuadros, convocando una comisión de alto nivel para diseñar una reforma. Los nulos resultados saltan a la vista. Y ahora nos enteramos de que en el partido político que él lidera, Perú Primero, milita una abogada vinculada con Miguel Rodríguez Díaz, conocido como ‘Cuchillo’, presunto autor intelectual de la matanza de 13 trabajadores en Pataz. A Liliana Pizán, detenida en una operación policial en Trujillo, se le imputa obstrucción a la justicia por facilitar la fuga de Rodríguez a Colombia.

En el 2014, Pizán postuló para ser regidora por Alianza para el Progreso (APP) y, en el 2022, lo intentó –también sin éxito– por el Partido Morado. En redes sociales presume fotos con el expresidente Francisco Sagasti.

Perú Primero anunció que había suspendido la militancia de la abogada, pero el daño ya está hecho. No es el primer escándalo que enfrenta la agrupación de Vizcarra. Hace unas semanas se supo que el Reniec les observó casi 4 mil firmas presuntamente falsificadas.

Lo que demuestra el caso de la abogada Pizán –con punzante claridad– es que para varias organizaciones políticas los filtros son, en el mejor de los casos, opcionales. En APP y el Partido Morado, además, no se trataba de una simple militante, sino de alguien que aspiró a un cargo político con los colores de esas agrupaciones –presumiblemente, el tipo de personas que deben recibir mayor escrutinio dentro de la organización–.

Pizán no ha sido encontrada culpable de ningún crimen –y mal haríamos desde estas páginas en adelantar condena–, pero su cercanía y colaboración con uno de los criminales más buscados del país es evidente. Y el acto del que se le acusa a Rodríguez es tan atroz que cualquier proximidad debería ser considerada tóxica. Lo importante aquí es lo que demuestra su situación: que los partidos políticos –incluso algunos de los más encumbrados y con mayores recursos– parecen no tener idea quién está en sus filas. Cualquier afiliado es bueno para aumentar los números. ¿Cuántos más como ella habrá en los planillones de los 43 partidos políticos prestos a participar en la contienda electoral?

Editorial de El Comercio

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