(Foto: Congreso de la República).
(Foto: Congreso de la República).
Editorial El Comercio

Ciertamente, resulta complicado calificar un . Toda vez que estos, con bastante frecuencia, no pasan del repaso genérico, de ser una recopilación de cifras voluminosas y un listado de cosas por hacer que suele perderse conforme van pasando las semanas. El mensaje de ayer en el Congreso de la República del presidente , empero, ha llamado poderosamente la atención. Primero, porque la coyuntura agitada que vivimos y los gestos del mandatario en las últimas semanas –por ejemplo, respecto a una reforma en el sistema de justicia– llevaron al anuncio de cambios concretos y profundos. Y segundo, porque la alocución del presidente ha sido un ejercicio de alta carga política.

Desde el inicio, el presidente fue claro en reconocer la situación de crisis que atraviesa el país, tras los destapes de corrupción y la crispación política –destacando, además, que estos arrastran su impacto a áreas como la institucionalidad, el crecimiento económico y la confianza ciudadana–. Ha admitido, asimismo, que algunas instituciones han fallado en su labor de control y fiscalización, haciendo énfasis particular en el Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA). Y ha respaldado la labor periodística, cuyo rol fundamental reconoció para el contrapeso político y la revelación de prácticas corruptas.

En esa línea, el jefe de Estado ha mencionado algunas ideas concretas. En primer lugar, el decálogo de medidas elaboradas por la comisión de notables encargados de la reforma del sistema de justicia (cuya idoneidad seguramente será motivo de amplio debate en los siguientes días). También ha anunciado que su gestión trabajará para mejorar el acceso a la información pública, así como los procesos de elección y evaluación de magistrados, y ha presentado seis proyectos de ley para optimizar el flaco desempeño que ha venido exhibiendo la judicatura. Aunque esto último, claro está, tendrá que debatirse y definirse en el campo del Parlamento (recordemos sino que, de las cinco iniciativas presentadas hace un año por el entonces presidente Kuczynski, apenas una se ha convertido en ley, mientras otra terminó siendo retirada por el propio Ejecutivo).

Pero el momento más estridente del mensaje, qué duda cabe, fue el anuncio del presidente Vizcarra de convocar un para consultar a la ciudadanía sobre cuatro puntos: la reforma del CNM, la reelección de congresistas, el financiamiento privado de los partidos políticos y el retorno a un sistema legislativo bicameral. Más allá de si estos cambios son o no pertinentes o de si el camino del referéndum es el más adecuado, el solo planteamiento hecho ayer por el mandatario es saludable porque abre el terreno para un debate sesudo y reflexivo, y porque le ha devuelto a Vizcarra un poder de iniciativa política del que carecieron algunos de sus más recientes predecesores en el cargo.

También positiva fue la mención a las víctimas de feminicidio en los últimos tiempos –como Eyvi Ágreda y Juanita Mendoza–, y su pronunciamiento férreo en contra de la violencia de género. No obstante, llamó la atención la omisión de cualquier referencia a las minorías sexuales, víctimas también de este tipo de violencia.

Asimismo, hubo otros vacíos en materias sustanciales, como la autoridad de transporte urbano –que había sido empujada por el presidente Kuczynski–, los avances de las investigaciones en el Caso Lava Jato o la concreción de grandes proyectos mineros, como Tía María y Conga.

El presidente, en síntesis, ha inaugurado el espacio para la expectativa y el debate de propuestas. Sin embargo, para que lo dicho ayer no sea otro ejercicio estéril de retórica, tanto Ejecutivo como Legislativo –con el apoyo acompasado del Poder Judicial y la sociedad civil, claro está– tendrán que trabajar en la concreción de propuestas viables y sostenidas. Al inicio de su discurso, el presidente Vizcarra reconoció que si hemos recaído en el mismo pozo del que nos esforzamos por salir hace ya 18 años, ello no se debe necesariamente a la carencia de medidas o ideas, sino a la mala implementación de estas. Lo que queda por hacer, entonces, es recorrer ese largo trecho que separa a lo dicho de lo hecho.