Ayer la playa de La Herradura fue escenario de una tragedia de amor. Eduardo Briceño, capitán del Ejército, estaba enamorado de Rosa Reinemann, una de las damas vienesas que actuaba en el Estrasburgo. El distinguido militar no podía vivir sin mirar los ojos verdes de su amada. Él quería casarse, pero la oposición de los suyos fue implacable. Trató de olvidarla, pero se convirtió en un neurasténico. Su pasión era enloquecida y febril. Ayer ambos jóvenes fueron de paseo a la playa y allí pagaron con la vida su derecho al amor. Él la mató con su revólver y luego se suicidó. El mar rugía con la ira de todos los seres desventurados.
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