Hasta hace poco tiempo nos hubiera parecido imposible que en un tranvía estuvieran sentados los caballeros habiendo damas de pie. Lamentablemente eso ocurre hoy en día con el vértigo de la vida, en donde las reuniones familiares en que se trasmitían a la vez las tradiciones y las más exquisitas reglas de la cortesía tienden a desaparecer. Nosotros somos fieles al mandato señorial de nuestros abuelos y padres. Ofreceremos la acera a los ancianos y a las damas, y jamás dejaremos de ceder el asiento a una persona que lo necesite más que nosotros. H.L.M.