Con estas palabras Maduro se dirigió a Juan Manuel Santos, quien osó meter su cuchara en asuntos nacionales. No pasó ni un segundo, y el presidente venezolano, que ya había recuperado su característica compostura, pasó a solicitarle amablemente a Santos que –por favor– deje de darle lecciones democráticas, pues, no debería tener que aclararlo, lo que él está haciendo es defender “el derecho a la paz de Venezuela”.
Luego de este pequeño episodio internacional, Maduro, como palmera de la Habana durante un huracán, se enfocó en lo importante: mantener el rumbo del país sin descuidar la economía. Así, horas antes de la audiencia de López, mientras los ayayeros del opositor estaban ocupados en marchas perversas que generan escasez e inflación, sin duda impulsados por el afán de lucro, él anunciaba la decisión de Samsung, gigante surcoreano, de inaugurar una planta en tierras llaneras. Con esa señal, ¿quién se atreve a decir que no hay progreso?
Desde aquí le decimos a Maduro: no desesperes. En todo el Perú (exceptuando quizás Palacio) oímos tus palabras de lucha y aquí no tienes que preocuparte por el dominio mediático de López. En nuestro terruño no nos importa que sea guapo, reo político y protagonista de la foto más tierna del 2014. El sucesor de Chayanne se podrá estar robando el spotlight por allá, pero en nuestro país no va a opacar tus ingeniosos intentos por poner un poco de orden en un país carcomido por el fascismo importado de Harvard.
A todos los que no puedan ver la verdad y la justicia tras el proceso bolivariano les responderemos con la misma consigna: ¡Ya basta, carajo!