"Alcaldes", por Richard Webb
"Alcaldes", por Richard Webb
Richard Webb

RICHARD WEBB

Director del Instituto del Perú de la USMP

Han pasado 30 años desde que Jaime de Althaus escribió: "El Perú es uno de los países más centralistas del mundo [...]. No habrá pues desarrollo del interior si no hay descentralización". Hoy, la historia parece darle la razón. Ciertamente, el Perú ha dado un giro descentralizador, pues se ha producido en el interior un desarrollo económico y social sin precedentes.

Casi dos mil alcaldes provinciales y distritales deciden y ejecutan hoy gran parte de la gestión pública. Desde 1963 son elegidos y no nombrados a dedo, aunque la elección se interrumpió durante la dictadura militar de 1968 a 1980.

Pero la independencia política sin presupuesto tenía poco efecto real. Recién en la década de 1990 los alcaldes empezaron a tener una verdadera capacidad de gasto, y su presupuesto creció más con la ley de descentralización del 2001. Como resultado, la inversión ejecutada por los gobiernos locales ha pasado de ser un mero 5% de la inversión pública a un tercio de ese total. El cambio ha sido tan abrupto que la queja que más se escucha ahora no es por el centralismo sino por la fragmentación de la obra pública.

Para conocer más de cerca el papel de esos alcaldes, el Instituto del Perú de la Universidad de San Martín de Porres estudia las 12 alcaldías distritales de Angaraes en Huancavelica, una de las provincias más aisladas de la sierra. Con la excepción de la capital provincial, los distritos cuentan apenas con unos setecientos hogares y padecen niveles extremos de analfabetismo, desnutrición y pobreza monetaria.

Fue una sorpresa descubrir que de los doce alcaldes, cuatro cuentan con estudios superiores y siete con "mundo", producto de sus estudios y de experiencia de trabajo en Lima y otras ciudades. Las afiliaciones políticas en todos los casos son movimientos regionales, a diferencia de los alcaldes de hace veinte años, cuando diez de los doce estaban afiliados a partidos nacionales.

El alcalde del distrito más pobre había migrado a Lima y creado una exitosa empresa, pero aceptó regresar para asumir el cargo. Con la ayuda de un joven y eficaz gerente, la calidad de su gestión les ha permitido ganar diez concursos de fondos de varias entidades públicas.

En general, el personal de los municipios distritales es de apenas ocho trabajadores en promedio, equipo tan ralo que en más de un caso el alcalde se turna con otros empleados para asumir las tareas del jardinero municipal.

Solo cuatro tienen Internet, pero la necesidad es tan grande que varios han abierto 'sucursales' en la ciudad cercana de Huamanga, donde sí tienen acceso. Ningún distrito cuenta con un 'palacio municipal'. Los programas sociales se encuentran presentes, pero los municipios los ven con escepticismo y favorecen más bien a los caminos, al riego y al apoyo productivo, sesgo desarrollista que se debe también a la creciente influencia de las comunidades a través del presupuesto participativo.

El avance de Angaraes se puede medir en su mejor índice de desarrollo humano, su creciente producción agropecuaria, un jornal que en diez años ha aumentado de 13 a 33 soles, y en la quintuplicación en el precio de la hectárea agrícola.

Con todas sus limitaciones, sí creo que las alcaldías fuertes son piezas indispensables para un desarrollo que llega a todos.