Antivoto alanista, por Arturo Maldonado
Antivoto alanista, por Arturo Maldonado
Arturo Maldonado

Según la última encuesta de Ipsos Perú, y son los candidatos que mayor antivoto tienen. Falta que corra mucha agua bajo el puente, pero si para Keiko Fujimori es complicado disminuir el antivoto, pues aún persisten en la memoria de muchos los recuerdos negativos del gobierno de su padre, en García la situación aparenta ser más complicada, debido a que en su caso es el recuerdo negativo del propio candidato el que perdura. 

Y es que García tiene que dar cuenta por los hechos positivos y negativos de dos gobiernos y para dos generaciones diferentes. En su estrategia de campaña anterior, uno de los mensajes pedía que la ciudadanía peruana le diera una segunda oportunidad, que quería que su legado tuviera un balance positivo, reconociendo el desastre que fue su primera gestión. Para la generación que vivió la década de 1980, aproximadamente la generación mayor de 40 años, el recuerdo de su primer gobierno aún sigue vigente. Los padres de familia de aquella época podrían contar las innumerables horas perdidas haciendo cola para acceder a un poco de aceite, azúcar o leche en los mercados del pueblo, donde solo verificaban la escasez reinante. 

La leche ENCI y el pan popular ahora son un recuerdo casi nostálgico, pero sin duda tuvieron un efecto en nuestra calidad alimenticia. Si ese primer gobierno hubiera terminado el tren eléctrico, que tuvo que esperar varios años como elefante blanco en plena ciudad, quizá Fujimori hubiera tenido que continuar la obra y entonces todos hubiéramos tenido un transporte de mejor calidad. Asimismo, ante un panorama sin oportunidades, muchos optaron por la huida del país. Todos conocíamos a alguien afuera y muchas familias se partieron o, en el mejor de los casos, se pudieron reunir tras muchos años de sacrificio. 

Sin embargo, muchos peruanos cuando miramos atrás para analizar la trayectoria de García, lo primero que vemos es el último gobierno. En esos años vivimos una época de crecimiento económico sin igual, pero, por otro lado, los escándalos de corrupción son el contrapeso en la balanza electoral. El es el diamante corrompido de la corona. Este asunto nos afecta no solo porque se usó arbitraria y abusivamente una prerrogativa presidencial, sino porque significó la liberación de peligrosos delincuentes. 

La próxima vez que usted vea en la televisión un asalto y sienta miedo de ser una víctima más, recuerde que esos hechos han sido favorecidos por un grupo de servidores públicos corruptos que permitieron que el peso del dinero importara más que el peso de la justicia. Y no olvidemos que el Caso Lava Jato no termina de ofrecernos todas las aristas que tiene.

El rechazo actual hacia García nace en la década de 1980 y se consolida en el nuevo siglo. El candidato ya no tiene como argumento el que le demos una segunda oportunidad. Ya se la dimos, y ese gobierno no borró del todo lo malo del primero. Aún quedan como marcas personales indelebles las consecuencias de esa gestión. Medio en broma, medio en serio, uno se podría preguntar cuántos centímetros más en promedio podríamos haber crecido de no haber sido por la crisis y la mala alimentación. La táctica electoral para revertir estos hechos no consiste solo en echarle la culpa al gobierno actual. La lógica de la autocrítica ayudaría, pero para los ciudadanos nivelar esos hechos negativos sería de repente como tropezar de nuevo con la misma piedra.