El ex mandatario Alan García nuevamente fue designado como presidente del Apra. (Foto El Comercio)
El ex mandatario Alan García nuevamente fue designado como presidente del Apra. (Foto El Comercio)
Franco Giuffra

Será la ciencia médica, en su momento, la encargada de dilucidar de dónde obtiene el compañero Alan García los poderes alucinógenos que nutren sus construcciones mentales. En grado creciente, hay que añadir. Su floro sin contenido ya era conocido, pero el estadio de su discurso en los últimos meses no tiene precedentes.

Hace unos días, poco antes del último congreso partidario, lanzó esta admonición escatológica: “Es hora –dijo– de un vigoroso rumbo juvenil […] de una afirmación popular y de izquierdas del aprismo”. ¿En qué planeta vive el ex presidente?

Del Apra no queda nada, ni de juvenil, ni de popular, ni de izquierda. García mismo se encargó de dilapidar el capital político de esa empresa. Jóvenes no son, como ha señalado la congresista Luciana León al referirse a los “muertos vivientes” que se aferran a sus cargos directivos. Populares menos, a juzgar por los resultados de la última elección presidencial. Algo de izquierdistas sí tienen, a decir verdad, si uno toma en cuenta su malograda alianza electoral con el PPC.

Lo ocurrido el fin de semana pasado ha sido la extremaunción. Todo el rollo de la renovación lo echaron por la borda. Queda claro por qué nunca le iban a hacer caso al ingenuo de Enrique Cornejo. Ese directorio de vitalicios y angurrientos no iba a dejar sus sillas.

Ahora están trenzados en bochornosas luchas intestinas. Los propios dirigentes hablan de elecciones irregulares y fraudulentas, de compra de votos, de dádivas de mala fuente.

Más allá del proceso, el resultado es también alarmante. Un partido que ya estaba por los suelos se da el lujo de designar a un secretario general que acaba de ser sancionado en el Congreso por plagiar proyectos de ley. Todavía le están descontando su sueldo como sanción por esta falta gravísima. El propio Jorge del Castillo ha dicho que el elegido “representa un sector poco claro del aprismo”.

No es lo que piensa don Alan, para quien el proceso ha sido limpio y el elegido, de primera. Difícilmente podía darle la contra a un congreso partidario que insistió, por aclamación, en nombrarlo nuevamente ¡presidente del partido!

Bajo el aura de esta presidencia simbólica, con un jovenzuelo como Mauricio Mulder como presidente de la comisión política y Elías Rodríguez como secretario general, el Apra luce hoy renovado, brioso, impecable. Nunca mejor dispuesto para recibir con los brazos abiertos a esos centenares de miles de jóvenes con los cuales guarda tanta afinidad.

Pero todos sabemos que eso no va a pasar. Junto con Acción Popular y el PPC, el Apra será una especie extinta antes de que el gallo cante tres veces. Por la misma razón que ya ha sepultado a otros partidos en el Perú: el modelo de organización caudillista que no es capaz de reemplazar a los líderes.

El triste espectáculo de la locomotora que se desbarranca jalando a todos los vagones. Es lo único previsible de la política peruana. Eso y el desfile de movimientos políticos y carros alegóricos que hacen su aparición meses antes de las elecciones.

A largo plazo, la debacle del Apra no es una buena noticia para la democracia. No ayuda a construir institucionalidad política. Necesitamos partidos que funcionen, sólidos y bien organizados. Con un conjunto de ideas más o menos previsible. No podemos jugarnos todo en cada elección, con la incertidumbre de no saber quién puede aparecer inesperadamente y qué diablos se le ocurrirá proponer.