Chú Chú II: El fanático de los trenes, por Enzo Defilippi
Chú Chú II: El fanático de los trenes, por Enzo Defilippi
Enzo Defilippi

El pasado martes, el Sr. Juan de Dios Olaechea, presidente del Ferrocarril Central Andino, escribió una respuesta a una columna que yo publiqué el miércoles 21 en El Comercio, en la que cuestionaba la viabilidad de diversos proyectos ferroviarios.

Desafortunadamente, el Sr. Olaechea no demuestra en qué estoy equivocado. Solo busca convencernos de que construyamos más ferrocarriles, sin importar que sus argumentos ignoren los principios básicos de la economía del transporte y la racionalidad de cualquier inversión pública, además de revelar serios problemas de comprensión de lectura.

En efecto, el Sr. Olaechea dice que mi análisis parte de la premisa de que las carreteras deben ser subsidiadas y los ferrocarriles no. ¿Puede alguien que haya comprendido el texto afirmar que esa es mi posición, cuando digo que el Tren de Cercanías sería viable si lo confirman los estudios y luego de explicar que los ferrocarriles requieren ser subsidiados? Es de fanáticos creer que no compartir su sesgo implica tener el sesgo contrario.

También dice que estoy equivocado porque no encuentro razonable construir un ferrocarril cuando ya se construyó una carretera. ¿Le parece una mejor idea que el Estado gaste miles de millones de soles construyendo infraestructuras redundantes? ¿En un país con tantas necesidades? No con mis impuestos.

Resulta igualmente cuestionable suponer que el ferrocarril es el mejor medio de transporte sin considerar lo que se vaya a transportar ni el tamaño de la demanda. El ferrocarril es una buena opción para transportar cargas de mucho peso y poco valor (minerales, carbón, cemento, etc.). Para las demás, el transporte por carretera es usualmente mejor. En el caso de pasajeros, los trenes solo se justifican si se piensa transportar un gran número de personas.

De hecho, el ferrocarril Lima-Huancayo ilustra bien estos principios. Ni aún hoy, cuando la Carretera Central está totalmente colapsada (lo que equivale a pagar peajes carísimos), puede el Ferrocarril Central competir en el mercado de pasajeros o en el transporte de carga diferente a los minerales y graneles. Este hecho será contrario a los intereses del Sr. Olaechea (y probablemente la fuente de su sesgo) pero es la realidad.

El Sr. Olaechea también dice que mi columna le dio la oportunidad de entender cómo razona un funcionario público (según él, equivocadamente). Resulta que todos los manuales de inversión pública recomiendan llevar a cabo solo proyectos que generen beneficios netos a la sociedad, considerando la disponibilidad presupuestal. ¿Cuál es mi error? ¿Dudar de que los proyectos millonarios que no se justifican generen beneficios netos o saber que no nos sobra la plata?

Es sorprendente que un concesionario de transporte desconozca aspectos tan básicos del funcionamiento de su sector. Pero es imperdonable que sea quien pretende darnos lecciones de política pública. Aunque ello explicaría bastante bien por qué parece creer que todos somos unos ignorantes menos él.

Y por cierto, es el MTC el que selecciona los proyectos de transporte. Yo serví en el MEF.

El Sr. Olaechea también critica que yo haya dicho que al parecer, muchos peruanos sienten fascinación por los trenes. Y sí, debí ser más preciso. Debí decir que muchos peruanos sienten fascinación por los trenes, y que al menos uno es un fanático.