La hora de la coordinación, por Richard Webb
La hora de la coordinación, por Richard Webb
Richard Webb

La coordinación como instrumento de gobierno está de moda. Una explicación es la democratización, que sigue avanzando, acumulando demandas de la población, multiplicando las instancias de gobierno, y haciendo más y más compleja la labor del Estado. Otra razón es el consenso que ha emergido en relación con cómo entender la inclusión, que no debe ser solo económica ni solo social sino un plato balanceado de ambas necesidades. La pobreza ya no sería solo monetaria sino “multidimensional”. Además de empleo bien remunerado, todo ciudadano debe contar con nutrición adecuada, agua, desagüe, luz, educación completa, DNI, pensión, atención de salud, caminos y medios de comunicación, , justicia, un medio ambiente protegido, y, para algunos, incluso un idioma propio. Se desprende, entonces, que la atención a una demanda tan amplia y variada sería, necesariamente, también multidimensional, contando con el aporte de múltiples actores especializados.

Pero coordinar no consiste solamente en firmar acuerdos entre importantes funcionarios. El ‘delivery’ de esa multivariada agenda de la inclusión requiere de un ejército de profesionales y técnicos, y de una multitud de instancias políticas y administrativas. Como en un partido de fútbol, la estrategia fijada por el entrenador es importante, pero, al final, lo que define el partido es la acción coordinada e inspirada de los jugadores en la cancha. Es allí donde se presentan las situaciones difíciles de anticipar y que deben solucionarse mediante la creatividad, la intuición y las habilidades sociales de los que están en la cancha.

Recordemos, además, que, al igual que los estadios mundialistas de Brasil, la construcción de un grandioso aparato de inclusión en el Perú ha sido una obra de último minuto, corriendo contra el tiempo perdido. Hace apenas un cuarto de siglo el interior del país era un vacío en cuanto a la presencia del Estado. Hoy se viene llenando ese vacío, inventando soluciones en el camino. Así, la asistencia en aspectos de salud, nutrición y agronomía ha aumentado sustancialmente recurriendo a personas con formación intermedia, como las “técnicas en enfermería” formadas por los institutos superiores de ciudades de provincia, y los ‘yachachiqs’ y ‘camayocs’, campesinos capacitados para enseñar tecnologías simples a otros campesinos. En general, la multiplicación de la educación superior en las ciudades del interior, no obstante que sus estándares no son los de las universidades de élite, ha contribuido al ejército de técnicos y profesionales que hoy hacen el trabajo de la inclusión en la cancha del interior. Si bien sus estándares no son los de las universidades élites, tienen la ventaja de formar a estudiantes locales que conocen a las personas a quienes pretenden ayudar, y cuya efectividad en el terreno dependerá tanto de ese conocimiento cultural y local, incluido el idioma, como de sus capacidades estrictamente técnicas.

La reducción reciente en la desnutrición crónica de los niños ilustra el potencial de la coordinación lograda entre trabajadores locales de salud, escuelas, y autoridades y entidades responsables de los sistemas de agua y saneamiento. De igual manera, el enorme avance logrado por la Reniec en el registro de los niños, desde apenas 10% en el 2007 a 97% hoy, se produjo gracias al aprovechamiento de los locales y la tecnología de la conectividad disponible en los hospitales regionales. Coordinemos, sí, pero en la cancha, no solo en el escritorio.