“Y si Claytoncito (si Paloma Noceda permite el nombre) daña a Luchito, pues lo indemniza. Y se acabó la jarana”. (Foto: El Comercio)
“Y si Claytoncito (si Paloma Noceda permite el nombre) daña a Luchito, pues lo indemniza. Y se acabó la jarana”. (Foto: El Comercio)
Andrés Calderón

La congresista ha presentado un proyecto de ley para elaborar un listado o registro de nombres (llamémosle) “bien”, y así evitar que los recién nacidos sean bautizados con términos “cómicos o ridículos” o correspondientes a “personajes famosos o ficticios”.

Es decir, los fanáticos de “Avengers” no podrán poner a sus hijos Tony Stark, ni Khaleesi será el nombre escogido por la pareja de románticos ‘game-of-throneros’ para la niña en camino. Despídanse de los memes del Reniec con los nombres peculiares.

¿Pero quién define cuándo un nombre supera el filtro bendito? Aparentemente, serán los burócratas del Reniec los censores de la corrección en adelante, y dependiendo de lo que les plazca quizá alguien no pueda llamarse Kenya, pues rememora al convicto ex presidente Fujimori. Quizá mis hermanos no hubieran podido llamarse Stalin ni Nadieschka. Un maradoniano prohibirá que más Pelés vengan al mundo. Y algún conservador dirá que los nombres que evocan animales también están prohibidos. Adiós, Paloma.

Inicialmente, esta columna iba a estar dedicada exclusivamente a las iniciativas legislativas que afectan la libertad de expresión de las personas. Pero luego el parlamentario me mandó un tuitazo pidiéndome que revisara su caso. Y después apareció el alcalde miraflorino, , en un scooter para gritar (parece que llevaba puestos unos audífonos): “¡Presente!”. Accedí a tan gentiles postulaciones pues ambos hicieron méritos para reivindicar también el título de esta columna.

El autodenominado ‘Avenger’ legislativo (miren quién sobrevivió al chasquido de Thanos) ha decidido que la difamación sea castigada severamente con hasta siete años de cárcel si esta ocurre a través de “la red social” (con énfasis en ‘la’). A nuestro ‘Ojo de Halcón’ de avenida Abancay se le escapó, sin embargo, que las redes sociales ya estaban incluidas en la norma penal bajo la categoría de cualquier “otro medio de comunicación social”. Y, por supuesto, ni siquiera se molestó en googlear los pronunciamientos de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión o advertir que su iniciativa va en contra de la tendencia mundial de despenalizar las expresiones contra el honor.

Mientras que en la otra acera (al parecer esquivando niños en patines), el burgomaestre miraflorino le rinde solidario homenaje a Luis Castañeda con una ordenanza tan absurda como extensa, que, entre otras perlitas, obliga a las personas a registrar sus bicicletas y scooters, a los patinadores a no adelantar a un triciclo, y a no practicar el deporte extremo de saltar en una vereda.

Es deslumbrante la capacidad (no se ría) de nuestras autoridades para buscar soluciones complicadas a problemas sencillos. “No dañar a otro” (o “alterum non laedere” para el regocijo de mi profesor de Bases Romanistas del Derecho) es un principio básico que nos heredó Ulpiano hace casi 2.000 años. Una regla de convivencia básica que nos conmina, simplemente, a vivir en paz sin molestar a otro. Y si Claytoncito (si Paloma Noceda permite el nombre) daña a Luchito, pues lo indemniza. Y se acabó la jarana.

Dejemos el Código Penal para las cosas realmente graves y ahorrémonos las 16 páginas de una ordenanza que solo 16 vecinos de Miraflores van a leer completita. Saca tu patineta, tu bici o tu ‘hoverboard’ (si te llamas Marty McFly, y de casualidad llegaste a Miraflores el 21 de octubre de 2015, eres probablemente el único propietario de una hoverboard flotante y, sorry, esas también están reguladas en la Ordenanza 518), conduce con cuidado, respeta al peatón y no lo atropelles. No dañes a otro. O, en simple, no seas paloma.