Macromancia, por Iván Alonso
Macromancia, por Iván Alonso
Iván Alonso

¿Será posible pronosticar –no digamos con precisión, sino de alguna manera que al menos nos deje un sentido del origen de los números– cuánto crecerá la economía una vez superado el actual período de desaceleración? Ya que no parece haber un método “científico” a tal efecto, consultemos a las almas de los trimestres que se fueron para tratar de arrancarles la respuesta.

Antes de continuar, digamos que los pronósticos basados en la zooeconomía, una escuela de pensamiento autóctona que explica la inflación por el pollo y el crecimiento por el toro (mocho), son insatisfactorios, cuantitativa y cualitativamente. Cifran sus expectativas en la normalización de las operaciones de una cierta mina de cobre en la sierra de Junín.

Toromocho, que debería producir unas 300.000 toneladas de cobre al año, ha estado operando en sus inicios muy por debajo de su capacidad. En junio, en que la economía creció solamente 0,3%, produjo nada más que ocho mil. Imaginemos que la producción se normaliza y pasamos de ocho mil a 25 mil toneladas mensuales. A 7.000 dólares la tonelada, esa diferencia significa apenas 120 millones de dólares. En un año son 1.400 millones, que no harán crecer la economía ni siquiera en 1%.

Un proyecto grande, sin duda, e importante también; pero no tan grande como para decidir por sí solo la suerte de la economía del país. Dicho sea de paso, ningún proyecto lo es.

La economía es la suma de una multitud de emprendimientos, algunos nuevos, otros que vienen de atrás. Un pronóstico del crecimiento –o, más exactamente, de la recuperación del crecimiento– debería comenzar por preguntarse qué ha motivado la desaceleración. No creemos que sea la “permisología” porque no es que haya cambiado dramáticamente para mal en los últimos seis meses. La caída de los precios de los minerales es una mejor explicación. Quizá no sea la verdadera, pero encaja con los hechos.

En los primeros dos trimestres de este año, la producción minera prácticamente no creció en términos reales. Lo que quiere decir que si valorizamos la producción a los mismos precios que prevalecían en la primera mitad del año pasado, el resultado es el mismo. ‘Autrement dit’, los volúmenes producidos fueron más o menos los mismos. Pero los precios de los principales metales de exportación, el oro y el cobre, cayeron entre 10% y 15%. Quiere decir que los mineros, produciendo igual que el año pasado, tuvieron como 5.000 millones de soles menos para gastar en otras cosas, que en lo inmediato son dos puntos porcentuales menos de crecimiento.

¿Se recuperarán los precios de los minerales? No sabemos. Pero una vez digerida la caída ocurrida hasta el momento, reducidas las ventas de quienes les vendían de todo a nuestros prósperos mineros, el resto de la economía no tendría por qué dejar de crecer a la velocidad con la que lo ha venido haciendo. La caída en los precios de los minerales afecta el nivel del producto bruto interno (una medida del tamaño de nuestra economía), pero no su tasa de crecimiento futura.

Todo esto no es sino una manera enrevesada de decir que al menos dos puntos porcentuales de la desaceleración son solamente el efecto momentáneo de la caída de los precios de los minerales y deberían revertirse en los próximos meses para volver al 5%. ¿En cuántos meses? Vaya usted a saber.