El ministro Bruno Giuffra  hizo este pronunciamiento, a través de Twitter, luego del trágico accidente ocurrido el último martes en el serpentín del Pasamayo y que causó la muerte de 52 personas. (El Comercio)
El ministro Bruno Giuffra hizo este pronunciamiento, a través de Twitter, luego del trágico accidente ocurrido el último martes en el serpentín del Pasamayo y que causó la muerte de 52 personas. (El Comercio)
Iván Alonso

La tragedia de , en la que 52 personas perdieron la vida y otras 6 quedaron heridas, genera naturalmente una sensación de indignación. ¿Cuánto costaba poner los guardavías faltantes en los 22 kilómetros del serpentín? A lo sumo, unos cuantos millones de soles. En una zona donde han ocurrido 26 accidentes, casi uno por año, desde 1990 y han muerto, en promedio, más de cuatro personas al año, parece una negligencia total. Con que uno solo de estos accidentes se hubiera evitado, el costo se habría recuperado con creces. Si esa inversión no estaba contemplada en el contrato de concesión, es perfectamente posible negociar una adenda –las tan vilipendiadas, pero a veces tan necesarias adendas– para que el concesionario la haga y se le compense luego mediante un ajuste a la retribución que paga por la explotación de la concesión o de alguna otra manera. 

Pero la reacción inmediata a la tragedia no debe hacernos perder de vista dos cosas. Primero, no se puede desconocer la mejora en los indicadores de seguridad vial de los últimos diez años o más. Algo se tiene que haber estado haciendo bien. Segundo, las inversiones en seguridad vial deben analizarse de una manera racional. Más fría, si usted quiere; pero, a la vez, más humana porque es lo que nos va a permitir salvar más vidas con los recursos que tenemos a nuestra disposición. 

Las campañas mediáticas, cuyo propósito parece ser no tanto ilustrar al público, sino alarmarlo, hablan del número de muertes en el último año, pero no dan ninguna idea de tendencias. Ese número alcanzó un pico de 3,500 en el 2011, y desde entonces se ha reducido año a año hasta llegar a 2,700 en el 2016 (23% menos). El número de accidentes también alcanzó un pico de 103,000 en el 2012, y desde entonces se ha reducido año a año hasta 89,000 en el 2016 (13% menos). En ambos casos, la reducción es aún más pronunciada si tomamos en cuenta el aumento en el número de vehículos registrados en el país (34% más). 

Los accidentes de carretera son apenas el 3% del total, pero causan el 30% de las fatalidades. Aún aquí hay una mejoría relativa: el número se mantiene en alrededor de 850 por año, mientras que los viajes por carretera han aumentado en 46%. Mucha más gente llega sana y salva a su destino. Sin embargo, en comparación con las de otros países, nuestras tasas de accidentes y fatalidades son todavía altísimas: hay siete veces más muertes en el Perú que en los Estados Unidos, en proporción al número de vehículos. 

Los accidentes no ocurren aleatoriamente en cualquier tramo de cualquier carretera y a cualquier hora del día. La mayoría de los accidentes ocurre entre las 8 de la mañana y las 8 de la noche, que es cuando más gente maneja; la mayoría de las fatalidades, entre las 8 de la noche y las 8 de la mañana. La falta de iluminación es un factor importante. Seguramente lo son también, en mayor o menor medida, las pendientes, el radio de las curvas y el ancho de las vías. 

Tiene que haber una ciencia de los accidentes que permita a los especialistas identificar los factores críticos, encontrar soluciones técnicas y cuantificar la reducción del peligro. Nunca podrá eliminarse del todo, y no es sensato intentarlo gastando cantidades ilimitadas. Pero cualquier obra que ayude a evitar una muerte por año a un costo de medio millón de soles debería ser prioritaria.