"Estallidos sociales como estos tienen que ver más con la percepción de si el sistema es justo o no (es decir, con su legitimidad) que con la realidad concreta de quienes participan en ellos."
"Estallidos sociales como estos tienen que ver más con la percepción de si el sistema es justo o no (es decir, con su legitimidad) que con la realidad concreta de quienes participan en ellos."
/ Elvis González
Enzo Defilippi

Durante las últimas semanas he leído y escuchado muchas opiniones sobre las protestas que vienen sacudiendo la capital chilena. Que la culpa la tiene la derecha, el modelo de libre mercado o la Constitución. Yo creo que un problema tan complejo como el que revelan protestas que, además de ser multitudinarias, mezclan reclamos legítimos con vandalismo, saqueos e incendios, merece análisis más serios.

La evidencia contradice el argumento de que la responsabilidad la tiene la derecha o el libre mercado. Desde 1990 (cuando regresó la democracia a ) hasta hoy, la derecha ha gobernado seis años. Los 24 restantes, el país ha sido gobernado por políticos de izquierda, que si bien le dieron un enfoque más social a un ya ordenado manejo económico, mantuvieron las políticas de libre mercado que tanto éxito venían dando. Sí, éxito. Desde el fin de la dictadura de Pinochet, la pobreza se redujo de 40% a menos de 10% y los chilenos alcanzaron el segundo ingreso per cápita más alto de Latinoamérica. Una Constitución que permite una mejora tan dramática en el nivel de vida tampoco puede ser causa del problema.

¿Entonces, por qué las protestas? De acuerdo con Tyler Cowen, un influyente economista y profesor de la Universidad George Washington, estallidos sociales como estos tienen que ver más con la percepción de si el sistema es justo o no (es decir, con su legitimidad) que con la realidad concreta de quienes participan en ellos. Yo coincido.

Las protestas en Santiago no son muy diferentes a las de los ‘chalecos amarillos’ en Francia. En ambos casos, se produjeron como una desproporcionada reacción a una medida razonable (el alza del pasaje de metro en el equivalente a 13 céntimos de sol en Chile, un aumento de impuestos a los combustibles más contaminantes en Francia); su organización fue espontánea y la lista de exigencias pasó pronto a estar dominada por medidas maximalistas como el pedido de una nueva Constitución (Chile) o la refundación de la república (Francia). En el caso de los ‘chalecos amarillos’, los disturbios incluso se extendieron a Bélgica. ¿En qué afectaba a los belgas el aumento del impuesto al diésel en Francia? En nada. En todos los casos se trata de rabia pura y dura ante la percepción (justificada o no) de que el sistema no funciona igual para todos. Por eso, creo yo, tanto vandalismo.

En el Perú hemos tenido un estallido social similar hace no tanto tiempo. Sí, el ‘arequipazo’ del 2002: una protesta multitudinaria, violenta y de organización espontánea que ocurrió como reacción desproporcionada a una decisión que en otras circunstancias no habría producido tanto malestar (la privatización de dos empresas eléctricas).

Me gustaría poder decir que los peruanos aprendimos la lección y desde entonces nos hemos esforzado por crear sistema políticos y económicos que la gente perciba como justos. Pero no sería verdad. Si bien somos mucho menos pobres de lo que éramos en el 2002, la diferencia entre los servicios de salud, educación y seguridad social que recibe la mayoría y los que puede pagar una minoría privilegiada (lo que reclaman en Chile) sigue siendo abismal. Yo creo que si algún día sufrimos otro ‘arequipazo’ será por eso, no por la excusa que usen quienes salgan a protestar.