Traba, trámite y regulación, por Franco Giuffra
Traba, trámite y regulación, por Franco Giuffra
Franco Giuffra

La palabra de moda es ‘destrabar’. Destrabar los proyectos, las inversiones, las iniciativas. Pro Inversión supuestamente destraba y destrabar anuncia el MEF. Destraban los ministros actuales y a destrabar se obligan los que vienen. El que no destraba es un queso y  el que no se compromete a destrabar también.

Toda esta nomenclatura ha cobrado tanta popularidad que merece una clasificación. Para entendernos mejor y para precisar los esfuerzos que se requieren y las responsabilidades por asignar. 

Destrabar es un asunto que comprende, sobre todo, a los grandes proyectos. La segunda pista del Jorge Chávez está trabada, por ejemplo. Se traban las cosas que dependen de entidades públicas que no deciden, que no redactan los contratos o no los firman. A veces hace falta una precisión normativa, un pronunciamiento oficial, un informe de un ente especializado. El purgante, por lo general, es una decisión política. 

La tramitología, por otro lado, tiene que ver con la simplificación administrativa. Gestiones diversas que deben hacer los privados para todo: abrir un negocio, colocar un letrero, sacar su pasaporte. A este nivel, simplificar significa eliminar requisitos, facilitarlos, permitir que se hagan por Internet. Por ejemplo, ¿para qué se pide en todos lados la copia del DNI o la vigencia de poderes del gerente general si ambas cosas se pueden ver en las páginas web del Reniec o de Registros Públicos? 

Entre destrabar y simplificar está la carne: desregular. Ese es el monstruo de mil cabezas.  Regulación es lo que impone el Ministerio de Educación y sus 65 páginas de requisitos de infraestructura para abrir un jardín de infancia. Regulación es la imposibilidad de abrir una academia de natación en San Isidro. Regulación son las 150 normas laborales que contiene el compendio normativo de la actividad privada del Ministerio de Trabajo.

Regulación son igualmente las disposiciones del Ministerio de Salud que exigen que un restaurante con más de 60 comensales por día (cinco mesas de cuatro personas, desayuno almuerzo y comida) tenga cuatro baños. O que se prohíba repartir pan en las carretillas de madera en donde todos los peruanos mayores de 30 años alguna vez compramos un chancay.

Traba, trámite y regulación son adversidades distintas que se confunden en la realidad. Contra todas hay que luchar. El cambio de gobierno y la convicción pueden hacer mucho por destrabar. Bien por el país y por el PBI. Eso tendrá un impacto en las inversiones, el empleo y la economía en general.

A los ciudadanos y empresas de mediano y pequeño tamaño les encantaría, además, que alguien pensara en simplificar trámites. Porque hacen de las diligencias un calvario de papeles, requisitos y fotocopias.

La clave de la agenda, sin embargo, es la desregulación. No solo facilitar ciertos trámites, sino eliminarlos completamente. Permitir actividades económicas que hoy son imposibles. Abrir las fronteras al comercio exterior, para que sea libre de verdad. Desbrozar, en fin, el terreno para que florezcan las empresas, el empleo y el progreso en general.

Para ello, el nuevo gobierno haría bien en desactivar todos esos programas y proyectos “promotores” de cosas diversas que no tienen indicadores de gestión ni métricas de resultados. Y poner ese esfuerzo, tiempo y dinero en desregular. Es decir, no preguntarse cómo hacer más simple el trámite de un estudio de impacto ambiental, sino cuestionar para qué diablos se le exige eso, por ejemplo, a un centro comercial.