(Foto: Congreso TV)
(Foto: Congreso TV)
Andrés Calderón

Si no fuera por Twitter, no me enteraba de que tenía un programa televisivo. De la red social pasé a la página web de un diario local, luego a dar clic a un enlace en You Tube. Después tuve que googlear el número del canal del Congreso en cable, y finalmente prendí el televisor.

No contamos con estadísticas públicas sobre el ráting del canal del Congreso, así que utilicemos como sustituto el número de visualizaciones del canal en You Tube. Encontramos ocho emisiones. Un video llegó a su pico con 4.933 vistas. Los malos días fueron más frecuentes, y una vez apenas alcanzó las 19 vistas (yo fui el número 19). En promedio tiene 1.385 vistas.

Pese a los desalentadores números y la lluvia de críticas que ha recibido, la parlamentaria no se amilanó y por Twitter escribió: “‘Sin corrupción’ no le cuesta ni un sol al Estado […]. Claro, a algunos eso no les gusta. Gracias por la audiencia y seguiremos recibiendo las denuncias”. Paradójicamente, su tuit de agradecimiento tuvo más audiencia que la de su programa.

El tuit de la congresista fujimorista y los mensajes de los legisladores que la han respaldado presentan dos problemas muy serios a los que vale la pena referirse, más allá de la anecdótica y casi irrelevante participación mediática de la ex procuradora.

En primer lugar, decir que el programa no le cuesta al Estado refleja una ignorancia alarmante de los conceptos económicos más elementales, y que lo llevan a uno a comprender por qué se aprueban tantas leyes que agujeran el Tesoro Público. La grabación y emisión televisiva del programa más austero cuesta. Cuestan las cámaras (o los celulares), cuestan los camarógrafos, las luces y los sonidistas. Cuestan las personas que trabajan en producción (pre y pos). Cuesta el maquillaje. Cuesta un estudio, cuesta un switcher y hasta la silla en la que se sienta Vilcatoma. Quizá alguien retrucará que esas inversiones ya las había realizado el antes y que el programa de Vilcatoma no representa un nuevo costo. Pero los costos antiguos y compartidos siguen siendo costos, solo que serán repartidos entre varios programas. Finalmente, hay un costo de oportunidad de lo que se pudo haber hecho con esos recursos.

Igual de preocupante es que Vilcatoma y compañía no entiendan que su programa televisivo representa un inaceptable y discriminatorio aprovechamiento de fondos estatales. No nos hagamos los ingenuos. El contenido de su programa no es independiente ni neutral. Tampoco lo sería cualquier otro programa de un congresista, sea que se apellide Arce, Salaverry, Arimborgo o De Belaunde.

Siempre es peligroso que el Estado sea propietario de un medio de comunicación, pues habrá la tentación de utilizarlo para su conveniencia política. Por eso, cuando resulta necesaria su existencia, es importante que se garantice la mayor independencia posible.

Valgan verdades, es un desperdicio que tengamos dos canales televisivos como el del Congreso y Justicia TV separados de TV Perú. Es muy probable que los niveles de teleaudiencia no justifiquen ni siquiera 24 horas de programación en un solo canal. Lo mejor sería que estas señales compartan costos bajo una sola administración técnica, informativa e independiente. Ello no impide tener canales en Internet a un menor costo, donde los interesados (como periodistas, investigadores y los mismos políticos) puedan encontrar los contenidos audiovisuales que una gran mayoría no está dispuesta a sintonizar por televisión en vivo.

Al final del día, lo que sí resulta ‘televisable’ es que algunos congresistas hayan aprendido a desperdiciar recursos incluso fuera del hemiciclo.