Alan vuelve, por Marco Sifuentes
Alan vuelve, por Marco Sifuentes
Marco Sifuentes

Con Fujimori preso, Toledo prófugo y Heredia petrificada, el único ex presidente con cierto margen de juego en el escenario actual es Alan García. Ayer, el líder aprista viajó desde Madrid, donde ahora vive, a Lima, para declarar ante la fiscalía por el caso del gasoducto. Esto, por supuesto, ha sido aprovechado por sus partidarios para promover en Twitter que, a diferencia de los otros, #AlanNoArruga.

Pareciera que el caso de la megacorrupción de las constructoras brasileñas es tan enrevesado que ha confundido incluso al juez supremo Javier Villa Stein, uno de los entusiastas promotores del hashtag aprista.

Lo cierto es que García no puede arrugar porque no tiene absolutamente nada que temer de esa citación. Ni de ninguna otra, puesto que actualmente no está incluido como sospechoso en ningún caso vinculado a Lava Jato ni Castillo de Arena ni nada que suene a samba. En este caso en particular, ha sido llamado como un simple testigo. La principal investigada en lo del gasoducto es Nadine Heredia, a quien, mira tú qué casualidad, justo esta semana acaban de acusar de haber coordinado este tema directamente con Jorge Barata, el gran titiritero de Odebrecht en el Perú. Así que, de hecho, esta citación le viene perfecta a García que, de esta forma, mata dos pájaros de un tiro: se reposiciona en su viejo –aunque tantas veces traicionado– lema de “quien no la debe no la teme” y aprovecha para hundir más a una de sus rivales.

El caso que más cerca ha llegado a García es otro: el del metro de Lima (en el que tampoco figura como investigado). Aquí, el acusado de mayor nivel, hasta ahora, es el exviceministro Jorge Cuba, a quien el mismo García llamó “rata” en un tuit. Lo curioso es que conoce a esa rata hace décadas, como demostró José Alejandro Godoy, con un libro de 1991, en el que consta que tanto el expresidente como Cuba integraron el Instituto para la Deuda Externa Latinoamericana cuyo local, para más señas, quedaba al frente de la casa de Chacarilla del mandatario.

Otro caso: en lo de la Interoceánica –la coima que ha hundido a Toledo– los costos iniciales eran de US$800 millones, que ya eran injustificados. Al final del gobierno de García, gracias a las famosas adendas, se había disparado a los casi US$2 mil millones. Por cierto: ¿quién fue su primer viceministro de Transportes? Sergio Bravo Orellana, quien había sido el presidente del Comité de Adjudicaciones de Inversión que le otorgó la Interoceánica a Odebrecht en el gobierno de Toledo.

Y eso es todo, por ahora. Según una tabulación de IDL-Reporteros, el gobierno aprista fue el que más contrató con Odebrecht (casi 3.500 millones de soles, sin incluir los posteriores sobrecostos). Más que Toledo o Humala. Aun así, parece que García confía en salir ileso del huaico brasileño. Si lo consigue, y planea seguir en carrera política, aún tendrá que vencer otra prueba, incluso más dura, en la mente de los electores: esa amarga sensación de impunidad.