Alfredo, menos arroz, por Beto Ortíz
Alfredo, menos arroz, por Beto Ortíz
Redacción EC

Parecerá una frivolidad pero no lo es. Es una cuestión de salud pública. Las últimas cifras son aterradoras: 3 de cada 5 peruanos sufrimos de sobrepeso u obesidad. Paradójico que un país que aún batalla contra el hambre y la extrema pobreza padezca la epidemia gringa del exceso. ¿Será acaso el tremendo boom de la cocina peruana o el crecimiento económico el que está engendrando más y más gordos? ¡Qué rico comen los peruanos! –nos dicen los extranjeros, siempre contentos de cebarse unos días en el paraíso de la gula. Y nos la creemos. Lo que no nos dicen es que si bien sabemos combinar muy bien los ingredientes para lograr sabores increíbles, en términos nutricionales lo hacemos pésimamente. Comemos riquísimo pero mal, muy mal. Yo, que me he pasado la vida entera luchando contra los kilos, que he ensayado todas las dietas y hasta me he liposuccionado, tengo una teoría y me ofrezco como conejillo de indias para demostrarla: Peruanos, la culpa la tiene el arroz.  

¿En qué momento nos convencimos de que había que meterle arroz a absolutamente todo? ¿Cuál es la necesidad de comer arroz varias veces al día, todos los días de la semana? En muchos países se come arroz apenas un par de veces al mes y nadie se ha muerto por insuficiencia arrocera. En otros, es considerado comida de hospital, como quien dice: mazamorrita, panetela. En la sierra se come más papa y cancha que arroz y se vive más de cien años pero en la selva del rico juane, le ponen arroz a los tallarines y hasta al cebiche. ¿Por qué enchanchamos? Porque muchos de los platos más entrañables de nuestro recetario patrio son básicamente harina rellena de harina, pasada por harina y acompañada de más harina. 

¿Papa rellena? Papa envuelta en harina de trigo y frita en un océano de aceite. (¡Acompañémosla de arroz!). ¿Cau-cau? grasa de panza de vaca con papa y, claro, arroz. ¿Ají de gallina? pan remojado en leche sobre papa y, por supuesto, arroz.  ¿Tacu-tacu? frejoles fritos en una delicada masa con… arroz. ¿Carapulcra? papa con arroz. ¿Arroz con pollo, arroz chaufa, arroz tapado? Absurdas montañas de arroz como para poner a engordar a un lechón. “Es que si no como arroz siento que no he almorzado”–te dirán. Pamplinas. Mejor cómete un cebiche, de lejos el plato más perfectamente light que tenemos. Cómete un plato de quinua, un tiradito, un escabeche, un olluquito. Huevos a la huancaína o un solterito, la única ensalada peruana de que se tenga noticia. Créeme: llevo tres meses sin arroz y mi papada de iguana vieja ha desaparecido. Esa triple papada que empezaba a rebalsarse de la pantalla ya no existe y he bajado una talla de pantalón, (porque el arroz ataca por la retaguardia). Haz la prueba. Suspende el arroz una vez por semana, luego dos y luego tres hasta llegar a comerlo interdiario. Llegará el día en que ya no lo necesitarás. Vamos con fe. ¡La adicción al arroz sí se cura!