El autoestrangulamiento, por Richard Webb
El autoestrangulamiento, por Richard Webb
Richard Webb

En una misma semana las noticias nos pusieron de cara con dos manifestaciones de demencia relacionadas al tráfico: una de carácter científico, la otra, un desborde en las calles. La mayor sorpresa fue descubrir que, a pesar de tratarse de fenómenos en un mundo aparte, ambos se encontraban relacionados el uno al otro.  

La primera noticia fue la publicación de un estudio estrictamente científico realizado en Canadá, en el que se hizo seguimiento a dos millones de personas a lo largo de once años para estudiar la posible relación entre la frecuencia de la demencia, en sus varias formas, y la distancia entre la residencia de cada persona y una carretera. Los resultados del estudio fueron publicados en Londres por la prestigiosa revista médica “The Lancet” y rápidamente comentados por expertos y medios. La conclusión principal del estudio fue confirmar la existencia de una relación. Los que vivían a menor distancia de una de las grandes vías del tráfico tenían un 12% de mayor probabilidad de contraer Alzheimer u otra enfermedad asociada al deterioro del cerebro. El estudio no investigó los mecanismos que vincularían la cercanía al tráfico con el daño cerebral, pero desde hace algún tiempo diversas investigaciones han venido descubriendo que la contaminación del aire y el ruido se encuentran asociados con una pérdida de la materia blanca del cerebro cuyas funciones incluyen la conexión interna de los distintos componentes de ese órgano. Debemos considerar, además que, si en un país ordenado como es Canadá la cercanía a las vías principales perjudica al cerebro, es probable que el caos vehicular en el Perú tenga un efecto dañino aún mayor.

La segunda noticia consistió en las protestas de los vecinos de Puente Piedra ante el cobro de un peaje. Pero el carácter demencial de esa protesta no se limitaba a la violencia y destrucción vívidamente graficadas por la televisión. La verdadera demencia, en mi opinión, está en la larga indiferencia e imprevisión de las autoridades encargadas del ordenamiento urbano que han llevado a una situación de absurdo maltrato a un gran número de personas que deben sufrir no solo la contaminación, el ruido y los riesgos a la vida producidos por el fuerte tráfico de una carretera que cruza sus barrios residenciales, sino, además, ahora, el costo de un peaje que jamás debe existir para el tráfico estrictamente urbano. ¿Cuál sería la reacción a la implantación de peajes para el tráfico en la Av. Javier Prado o la Av. Benavides que cruza de Miraflores a Surco?

La conectividad es un instrumento de extraordinario valor económico, pero también para la calidad de vida. Pero el logro de esos beneficios requiere no solo de una buena planificación, sino además de un ordenamiento continuo con mano fuerte de las autoridades para impedir la tendencia al autoestrangulamiento que caracteriza a los caminos. Es que la extraordinaria ventaja de la ubicación junto a una arteria estimula una reubicación de personas y negocios a lo largo de los caminos, como ha sucedido en las principales carreteras y también en los pequeños caminos del interior. Todos corren para aprovechar la ventaja, creando congestión y, al final, la cancelación del beneficio original. Es evidente entonces la necesidad de que las autoridades no solo sean capaces, sino también firmes para mantener la fluidez de la vía. Una autoridad débil es, al final, también, una forma de demencia.