De la coima al antisistema, por Pedro Tenorio
De la coima al antisistema, por Pedro Tenorio
Pedro Tenorio

Pedro Pablo Kuczynski cometería un error garrafal si respondiera a las bravatas lanzadas por Eliane Karp de Toledo (“Qué vergüenza, PPK. Tú que tantos negocios y lobbies has hecho, no me hagas hablar, porque yo sé lo que hiciste la última vez...”). Es evidente que ella pretende armar un “caso político” donde no lo hay, deslizando que apristas y fujimoristas mueven sus hilos para inculpar a su esposo en el peor caso de corrupción de los últimos 15 años, y que incluso el gobierno se prestaría a ello. De ahí su desesperación por involucrar a Kuczynski a como dé lugar. Y aunque parezca obvio, hay que advertirle que no pise el palito: días atrás mandó a callar a quienes sensatamente critican el contrato por el aeropuerto de Chinchero. ¡Imagínense lo que podría decirles a Karp y compañía! 

Sin embargo, el tema no termina aquí ni en el probable encarcelamiento de Alejandro Toledo. No solo él está siendo repudiado por la ciudadanía sino también buena parte de la clase política que ha gobernado el país en los últimos 16 años y quienes fueron oposición y no lograron (¿o no quisieron?) advertir los vicios que hoy están siendo expuestos. 

No se necesita ser muy perspicaz para entender que la ofensiva anticorrupción será devastadora. Y que más allá de la legalidad de detenciones y condenas, contarán también las percepciones –que serán negativas para muchos–, abriendo el espacio a nuevos liderazgos, tal como sucedió entre los años 2000 y 2001. 

Vivimos tiempos nuevos, pero padecemos vicios viejos: cada delación premiada de los directivos de Odebrecht tiene la fuerza de un ‘vladivideo’. Y podrían destaparse más casos en que OAS y Camargo Correa, entre otras constructoras brasileñas, lleven la voz cantante. ¿Nos alegra? De ninguna manera. Cada golpe a nuestra endeble institucionalidad y a la imagen de los políticos nos acerca a un abismo que nadie sabe a dónde conduce.

¿Qué hacer para mitigar este impacto? El gobierno, continuar apoyando con todos los recursos disponibles el esfuerzo de fiscales y jueces para que dentro del debido proceso se sancione a los responsables. El Congreso, afinar los alcances de su investigación centrándose en lo más relevante y trabajando con la reserva necesaria para arribar a conclusiones de fondo, que luego se hagan públicas, complementando la tarea de fiscales y procuradores. Y ambos, Ejecutivo y Parlamento, trabajar por una legislación que ataque eficazmente la corrupción, para que no parezca que “aquí no pasa nada”. Si no reaccionan a tiempo, todos serán devorados por algún líder antisistema que proponga un nuevo orden. La ciudadanía está cansada de promesas, pero mucho más de quienes las incumplen. Las señales son más que evidentes.