¿Cómo ‘compramos’ un político?, por Rolando Arellano
¿Cómo ‘compramos’ un político?, por Rolando Arellano
Rolando Arellano C.

Mi reciente libro “Vamos a comprar un político” (2015) ha recibido diversas críticas por comparar la compra de un refrigerador con el voto ciudadano. Los críticos no parecen haber entendido la tesis que motivó escribirlo, que es que muchos ciudadanos votan sin informarse adecuadamente y necesitan ‘alfabetización democrática’ que les enseñe a poner en la elección política al menos el mismo celo que ponen al comprar un simple artefacto para el hogar.

¿Hacemos menos esfuerzo cuando votamos que cuando compramos un refrigerador? La evidencia nos dice que sí, de varias formas.

a) Como lo muestran diversos estudios, muchos peruanos vemos a las elecciones como una obligación más que como un derecho. Vamos a votar para evitar la multa o las sanciones y no a ejercer nuestra fuerza ciudadana para escoger algo que favorece a la sociedad en que vivimos. ¿Ha visto el lector a gente molesta o irritada porque debe elegir un refrigerador o un auto para la familia? ¿Y la ha visto cuando tiene que ‘perder’ un domingo por ir a votar? 

b) Al ser considerada una obligación, votamos a regañadientes, sin darle la importancia debida y como una carga de la que debemos liberarnos pronto. El que una inmensa cantidad de ciudadanos decidamos en la fila de votación muestra que nuestro proceso se parece más al de la compra por impulso de un chocolate cuando estamos ante la caja del supermercado, que a la compra reflexiva de la refrigeradora, en la que el pago es simplemente la confirmación final de una decisión bien pensada. 

c) Mientras quien compra un refrigerador tiene relativamente claras sus necesidades y preferencias (tamaño grande, si somos muchos en casa; con un buen congelador, si guardaremos alimentos por mucho tiempo, etc.), nuestro estudio nacional de actitudes políticas muestra que la mayoría no tiene claro qué características desea en sus autoridades. Así (aunque los promedios esconden diferencias entre votantes de estilos de vida diferentes o ciudades), ‘ni uno ni otro’ es la respuesta más común de los ciudadanos sobre si prefieren una autoridad pobre o rica, hombre o mujer, de izquierda o de derecha, que se parezca a mí o no, entre muchas de las variables que deberían servir para decidir.

d) El proceso mismo de decisión es poco usual, como lo corroboran los resultados de la aplicación Guía para Comprar un Político (app Comprar un Político, Play Store o www.arellanoapp.com), que sirve para comprobar si estamos tomando una decisión razonada. Vemos allí que para la mayoría, la variable de más peso para decidir es “Honestidad del candidato”. Siendo explicable ese comportamiento, es preocupante que estemos obligados a considerarla muy por encima de la calidad de las propuestas, la experiencia, la formación y/o el equipo que apoyará al candidato a ejecutar sus promesas. Como si al escoger una refrigeradora privilegiáramos la reputación de la marca a la capacidad de frío del aparato.

Es pues en esta situación de ‘analfabetismo político’ que muchos ciudadanos nos confrontamos a la oferta electoral actual, en la que muchas campañas son engañosas y ofrecen cosas que no podrán cumplir (por lo cual no pueden llamarse márketing). Y por ello nos reafirmamos en que si los peruanos al elegir pusiéramos al menos el mismo cuidado que ponemos al comprar un refrigerador, nuestro país tendría mejores dirigentes y un mejor futuro.