(Foto: Congreso)
(Foto: Congreso)
Pedro Tenorio

Nadie gana celebrando el habitual descrédito del Parlamento (al ritmo de casi un escándalo por quincena, cuando no es por semana), aplaudiendo su baja aprobación ciudadana (solo 16% respalda su trabajo, frente a un 78% que lo rechaza, según la encuesta nacional de GFK publicada el último domingo) o siendo indiferentes ante el desprecio que se viene incubando entre los peruanos por lo que representa hoy la política (55% acudirá a votar en las próximas elecciones municipales y regionales convencido de que “es una pérdida de tiempo” y “para no pagar la multa”, GFK dixit). Este panorama no es solo adverso, sino que empalma con un espíritu reformador casi nulo al interior de los partidos. Están tocando fondo y nadie parece aceptarlo.

Hace cuatro semanas explicábamos en este mismo espacio por qué era imprescindible que , con la mayoría de la que aún dispone, decidiera salvar al Congreso. Sin embargo, la recomendación cayó en saco roto. La razón para liderar un cambio sería doble: primero, porque el país necesita reformas de fondo (del empleo, de la seguridad social y AFP, así como de formalización e impositiva, por citar las más urgentes) que sin el compromiso de una mayoría legislativa serían imposibles de concretar. Y segundo, porque , luego de su derrota en el 2016, anunció que desde el Parlamento se aplicaría el plan de gobierno fujimorista. Los pobres resultados de esta última promesa saltan a la vista.

Así las cosas, es evidente que el país ajustará cuentas con la candidata naranja y la mayoría que lidera cuando pretenda una vez más la presidencia en el 2021. ¿Podrá Keiko alegar que hizo todo cuanto pudo para mejorar las condiciones de vida de millones de peruanos, pero alguien se lo impidió? ¿PPK y los “caviares” serán los culpables? Estamos muy cerca de cumplir los primeros dos años de este período congresal y el balance es muy malo, pero aún hay tiempo para corregirlo. Lo que no sabemos es si existe liderazgo y voluntad política para ello.

Una ley que prohíba la publicidad estatal en los medios, una “comisión investigadora” que ajuste cuentas con el , evitar que la SBS fiscalice a las cooperativas que mueven –¿lavan?– millones de soles de origen incierto, preservar privilegios y compras que terminan siendo una cachetada a la pobreza en un país que reclama austeridad y compromiso con la lucha anticorrupción según todas las encuestas. El Congreso –no solo el fujimorismo– se aleja cada vez más del peruano promedio que debe hacer malabares para que sus ingresos alcancen a fin de mes. El Parlamento debe entender que no hay más tiempo que perder.