(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Fernando Cáceres Freyre

En el mundo pos-Lava Jato, es muy probable que solo las candidaturas presidenciales limpias de puedan tener posibilidades de éxito. Pero si solo nos preocupamos por la anticorrupción, podríamos fallar en atajar el surgimiento de opciones autoritarias. Y no me refiero a autoritarismos suaves.

La ideología imperante en el Perú es el autoritarismo (en el sentido de la mano dura). No la progresista. Ni el liberalismo. Tampoco el conservadurismo. y el 43% de peruanos sencillamente no cree que la democracia sea preferible a cualquier otra forma de gobierno (Latinobarómetro, 2018). “Aquí lo que se necesita es orden”, suele repetirse.

De hecho, la última vez que no tuvimos un candidato con una narrativa favorable a la mano dura disputando la segunda vuelta presidencial fue en las elecciones del 2001, cuando salíamos de la dictadura de , y estábamos ‘resaqueados’ de autoritarismo.

En el 2006 y el 2011, pudo levantar la bandera de la mano dura por su pasado militar. Mientras que en el 2011 y el 2016, lo pudo hacer gracias al recuerdo de la lucha contra el terrorismo de su padre. De paso, puede decirse que estas opciones sirvieron como red de contención contra el surgimiento de autoritarismos más duros (Antauro, Goyo Santos, etc.).

A estos antecedentes, sumemos que la delincuencia/falta de seguridad es considerada , llegando la percepción de inseguridad a 86,3% (INEI, 2018). Luego, agreguemos que en el 2021 no tendremos una red de contención como la mencionada, y que el actual Ejecutivo –sin capacidad de gestión– muy difícilmente mejorará el problema de la delincuencia.

Con todo eso en mente, ¿será siquiera viable en el 2021 una candidatura que no logre proponer una narrativa de gobierno favorable a la mano dura? Tengo la impresión de que no, y que la lucha contra la inseguridad –en términos de leyes más represivas y restricciones a las libertades– será la columna vertebral a partir de la cual se tendrá que construir cualquier propuesta política con opciones de éxito.

Si consideramos que los discursos autoritarios difícilmente calzan con el otorgamiento de más libertades, sociales o económicas (aunque no es imposible), me da la impresión de que nos estamos encaminando hacia un autoritarismo pro familia en lo social, y que en lo económico probablemente se articulará desde la defensa de los peruanos contra un enemigo por crear; que podrían ser desde las grandes empresas (no los emprendedores y menos los informales) hasta los venezolanos. Algo así como “el Perú primero”.

Un personaje que encaja con esto es el actual gobernador de Junín, Vladimir Cerrón, quien afirma ideas como “”, “Nuestro pueblo lleno de valores familiares jamás podrá aceptarla” (en referencia a la ideología de género), etc. Y otro caso podría ser , pero la verdad podría ser cualquier otro. Estemos alertas.