Hoy, 7.700 millones de habitantes del planeta esperan una vacuna eficaz que los libere del COVID-19. Nunca en la historia de la raza humana ha habido una demanda tan inmensa para un solo producto.
Si se aplica la ley de la oferta y la demanda, el precio de la vacuna podría ser alto y con ello hacer que los países en desarrollo no puedan comprar suficientes vacunas para inmunizar a su población.
Sin duda la vacuna no se va regalar. Los laboratorios, para lograrla, han invertido millones de dólares, y esperan con su precio cubrir un poco más que el costo de la producción.
Hasta aquí se puede decir que esta actitud de los laboratorios es lógica, pero sería inmoral si además de recuperar un poco más del costo de producción, lucran alzando el precio de la vacuna hasta hacerla poco accesible para los países en desarrollo.
Por estas razones, es necesario determinar la naturaleza internacional de la vacuna; es decir, si esta va ser una mercancía para lucrar o un bien público accesible a toda la humanidad. Y es aquí donde la diplomacia tiene que jugar un rol.
En varios artículos he sostenido que la vacuna debe ser declarada por la OMS como un bien público global para tener un precio accesible a toda la humanidad. El primer ministro del Perú planteó esta idea y el Congreso la aceptó al darle un voto de confianza.
La diplomacia peruana ya ha hecho contactos sobre la vacuna con laboratorios de los EE.UU., Reino Unido, Alemania, Francia, Japón, India y China. Lo que falta es apurar la acción en la OMS para que la vacuna sea calificada como un bien público de la humanidad, y así ayudar a que se negocien con los laboratorios los precios más favorables posibles.
Un caso interesante es la posición de China, pues el presidente Xi Jinping, en un mensaje a la OMS, ha planteado que la vacuna debe ser “un bien público global con precios accesibles para los países en desarrollo”. Este mensaje es muy importante para el Perú porque nuestro país tiene un convenio de alianza estratégica integral con China, alianza que se extiende al ámbito político, económico y social, lo que hace que el Perú y China sean socios estratégicos frente al flagelo social del COVID-19.
Hoy, con la pandemia, los contactos telefónicos entre jefes de Estado son frecuentes. El presidente Vizcarra podría llamar al presidente Xi Jinping para felicitarlo por su idea de que la vacuna sea un bien público de la humanidad, que es también la posición del Perú; y pedirle, dentro del contexto de nuestra alianza estratégica integral, que China apoye la acción del Perú en la OMS para que esta califique a la vacuna como un bien público de la humanidad.
La vacuna no debe ser una mercadería sino un bien público de la humanidad, con un precio que permita inmunizar a las poblaciones de los países en desarrollo, hoy empobrecidas por la pandemia.