(Foto: GEC)
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Pedro Tenorio

Termina este mes y con él la primera mitad de un 2019 que parece irremediablemente perdido para el país. Si prospera la propuesta por el , enhorabuena: se habrá dado un paso importante para mejorar la representación de los ciudadanos de cara a los próximos comicios. Sin embargo, lo que más nos preocupa tiene que ver con el día a día del Poder Ejecutivo, del magro crecimiento económico para este año y la insuficiente calidad de servicios que reciben millones de peruanos (en seguridad, educación y salud, por hablar de los más urgentes), ahí donde solo se han registrado escasos avances en lo que va de esta era Vizcarra.

Más allá del ruido y de la confrontación política, julio será un mes clave para entender a dónde dirigen el presidente y su jefe del Gabinete, Salvador del Solar, la nave del país. ¿Más confrontación ante una oposición desorientada y menoscabada por sí misma, o la propuesta de una agenda de reformas para el penúltimo año de mandato (que correrá de agosto 2019 a julio del 2020)? Hay que insistir en este punto porque el subsiguiente será un año electoral y cualquier atisbo de concertación –lamentablemente– brillará por su ausencia.

Vizcarra tuvo éxito conteniendo al fujimorismo y poniendo contra las cuerdas a un que, en su mayoría, no supo transmitir al ciudadano que podía cumplir su parte en la lucha anticorrupción. Todas las señales que dio generaron el efecto contrario y las encuestas lo confirman, por lo que será muy difícil que el Parlamento logre levantar cabeza en medio de ‘blindajes’, nuevas denuncias y una violencia verbal que solo generan hartazgo. Aquí también será clave la definición de la próxima presidencia del Legislativo. Daniel Salaverry tienta una reelección casi imposible, mientras César Villanueva asoma como aliado de un fujimorismo que podría ceder la presidencia en una lista multibancada con preeminencia naranja. A estas alturas está claro que al Congreso lo que más le interesa es completar su período.

El mandatario deberá decidir en breve si carga contra el Parlamento en su discurso de 28 de julio o propone una agenda de trabajo para su penúltimo año. Si esto último ocurre –y sería lo más sensato–, necesitará reforzar políticamente su Gabinete (para que cada ministro lidere y comunique eficazmente), a la vez que intensificar el ritmo de ejecución del presupuesto hoy paupérrimo. Más que anuncios, Vizcarra requerirá resultados, hitos de una gestión que hoy no aparecen. Esa debería ser su prioridad en el segundo semestre que comienza en breve. El aplauso popular fruto de su confrontación con el Congreso tiene una fecha de caducidad cada vez más cercana.