(Foto: USI)
(Foto: USI)
Pedro Tenorio

El congresista Miguel Torres anunció que Fuerza Popular, el partido liderado por Keiko Fujimori, tendrá sí o sí un candidato a la Alcaldía de Lima. Pocos recuerdan que en el 2014 el fujimorismo corrió con candidato propio y perdió ante Luis Castañeda Lossio obteniendo un paupérrimo 2,65% de los votos (¡leyó bien: menos de 3%!), pese a sus paneles y caravanas al lado de la lideresa naranja y una promesa de cambio distinto al “cemento más cemento” que encarnaba el ‘Mudo’ Castañeda. Aquella vez, el resultado fue catastrófico, quedando muy por detrás del Apra (17%) y de Susana Villarán (10%). ¿Qué asegura que el próximo 7 de octubre el resultado sea distinto? ¿Le conviene a Keiko buscar un buen candidato y competir en serio por Lima? 

Pienso que sí. Y por varias razones: 

Primero, porque Keiko Fujimori necesita demostrar en la cancha aquello que ha pregonado en dos campañas presidenciales fallidas y que hasta hoy solo figura en el papel. Incluso su mayoría en el Congreso no ha significado –transcurridos 19 meses de gestión– una diferencia importante si se compara con el trabajo realizado desde otras bancadas. Lima necesita una gestión eficiente, moderna, como jura el keikismo que dirigiría el país si su equipo fuera gobierno. 

Segundo, porque en estas elecciones municipales y regionales no puede ceder espacios ante su padre, Alberto, quien de la mano de Kenji tanteará algunas alianzas con movimientos del interior (donde tengan buenas posibilidades) y así ganar peso como fuerza alternativa a Keiko. No se trata de competir en todo el territorio, Kenji y su padre analizan el escenario. A nivel regional no es fácil y el tiempo corre (marzo es el mes en que deben establecerse pactos a ese nivel, según el calendario electoral). Bien podría el albertismo –hoy sin partido ni inscripción– apoyar un candidato en Lima y algunas plazas importantes, restando espacios a FP. Keiko no puede darse el lujo de presentar un aspirante con menos fortalezas que aquel que podrían apoyar su padre y hermano. Y menos aun perder clamorosamente ante aquel.  

Si designa un buen candidato y gana, el keikismo tendría la oportunidad de gobernar Lima durante dos años antes del inicio de las próximas presidenciales, tiempo suficiente para implementar una gestión moderna, con un equipo capaz y creador de ciudadanía y orden en una urbe que padece una creciente y asfixiante inseguridad en sus calles. Sería una buena carta de presentación en su tercer intento de llegar a Palacio. Ganar Lima no implica ganar la presidencia, pero serviría para atajar a ciertos opositores. Sobre todo aquellos con quienes comparte apellido.