El ministro de Justicia, Vicente Zeballos, aseguró que los procuradores para el caso Odebrecht han actuado con autonomía. (Foto: GEC)
El ministro de Justicia, Vicente Zeballos, aseguró que los procuradores para el caso Odebrecht han actuado con autonomía. (Foto: GEC)
Patricia del Río

Desde que empezaron las investigaciones del Caso Lava Jato, hemos asistido a mil y un intentos de los corruptos por impedir que la justicia realice su trabajo.

El momento en el que más cerca se estuvo de que la impunidad le ganara a la decencia fueron los capítulos protagonizados por el ex fiscal de la Nación Pedro Chávarry, quien, tras intentar separar de las investigaciones a los doctores Vela y Pérez, tuvo que dejar el puesto porque los ciudadanos de a pie le dijeron: basta. Fuera. Lárgate. Todos los que quieren vivir en un país más digno no dudaron en salir a poner el pecho para asegurarse de que la lucha continúe.

Pero no todas las cruzadas se ganan con voluntad. A veces, la resistencia colectiva no alcanza si dejamos que el enemigo se fortalezca. Veamos, por ejemplo, el caso de la caída de Constantinopla. El 29 de mayo de 1453, el sultán Muhamed tomaba esta famosísima ciudad y marcaba el fin de la Edad Media y el comienzo de la Edad Moderna. También terminaba el largo imperio cristiano en ese lado del mundo. La historia de esa derrota es compleja e interesantísima. Pero vale destacar un dato que el escritor Stefan Sweig registra en su magnífico libro “Momentos estelares de la humanidad”. Zweig relata, con lujo de detalles, la resistencia de los ciudadanos de Constantinopla, abandonados a su suerte por los reinos de Europa occidental: apertrechados tras las inmensas murallas que circundaban la ciudad y peleando durante meses sin más apoyo que su fe, los hombres, mujeres, ancianos y niños asediados lograron defenderse del gigantesco ejército del sultán Muhamed, que había mandado construir un enorme cañón y había arrastrado sus pesados barcos por tierra para lograr su objetivo.

Cuando las fuerzas del Corán empezaron a cansarse ante las de la Biblia, cuando la perseverancia de los débiles parecía imponerse al arsenal de los fuertes, un grupito de soldados turcos descubrió lo que sería la desgracia de Constantinopla: una pequeña puerta que conducía al corazón de la ciudad había quedado abierta por descuido. Kerkaporta es el nombre de este fatídico acceso que provocó la caída de un reino, de una época, de la manera en la que estaba ordenado el mundo.

El día de hoy se interpela al ministro Vicente Zevallos en el Congreso sobre un acuerdo del que depende buena parte de la lucha anticorrupción que tanto trabajo le está costando al país. Si la interpelación al ministro se utiliza de excusa para derogar la Ley 30737, que le da sustento a los acuerdos alcanzados, permitiremos que la resistencia de los ciudadanos caiga en saco roto. Asistiremos a la derrota de un pueblo que se defiende de un imperio corrupto que insiste en imponerse. Habremos dejado una rendija abierta por donde se colará el enemigo.

Hoy, más que nunca, no podemos olvidar que toda lucha tiene su punto débil. Toda muralla tiene su Kerkaporta.