Solo Lourdes salvará a Alan, por Carlos Meléndez
Solo Lourdes salvará a Alan, por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

El sistema político peruano requiere de partidos institucionalizados. El Apra y el PPC han demostrado capacidad de sobrevivencia al colapso sistémico, cuentan con infraestructura orgánica y políticos profesionales que bregan en un mar asediado por la informalidad. Además, han gestado a dos de los políticos más experimentados en lides electorales como son Alan García y Lourdes Flores. Sin embargo, hoy la candidatura presidencial de Alianza Popular permanece estancada en el 5% de las preferencias electorales y no se vislumbra mejoría. ¿Estamos acaso ante el final de un ciclo político que fulmina las pretensiones electorales de la clase política más consolidada del país?

Apra y PPC representan la esencia del establishment político peruano –conjuntamente con PPK–. Atraen a sus votantes en términos de gobernabilidad antes que de representación. El énfasis en la “experiencia” y la “capacidad” de García apuntan a construir la imagen de un gestor público dotado de las virtudes para ‘recuperar los años perdidos’. Se lo presenta cumpliendo con el perfil ideal para una chamba dura como es la presidencia del país. Pero para el elector desafecto, cansado y sin ilusiones, la política es mucho más que eso.

A García se le hace cada vez más difícil representar al peruano promedio, sobre todo luego de la zaga del perro del hortelano. Su tradicional demagogia –“canon comunal”, “agua para todos”, “renuncia a la inmunidad parlamentaria”, “Fuerzas Armadas para la lucha contra la inseguridad”– no le hace ni siquiera cosquillas a un electorado mayoritariamente anti-establishment, dispuesto a endosar su apoyo a un político que proyecte alternativa, cambio, novedad; no más de lo mismo. En este sentido es interesante notar las pugnas entre Alan García y Julio Guzmán por el electorado juvenil.

La población joven –especialmente de los niveles socioeconómicos C y D– es clave en una elección, ya que son los activistas –de redes sociales y de calles– por excelencia. De hecho, el fenómeno Guzmán se explica en gran parte por haber construido lealtades en este sector gracias a la defensa de la reforma universitaria y del Sunedu. García, por su parte, busca recobrar la alegría juvenil que le funcionó en su última victoria. Sin embargo, sus propuestas –empleo juvenil digno, ministerio de la juventud– no conmueven. Ni siquiera cuando apela a una dimensión lúdica (los FestiAlan). Luciana León ya luce demasiado trajinada y los nuevos rostros –como Evelin Orcón– son caricaturas involuntarias de demagogia aprista. Hoy Daniel Mora –‘jale’ de Guzmán– es más convincente que Mario Hart para atraer al joven que cree en el progreso a través de la educación superior de calidad.

Solo Lourdes Flores parece reunir las condiciones para salvar a Alan de una catástrofe electoral. Ella es la política que mejor representa el establishment de los valores conservadores de nuestra sociedad. En una sociedad ultramontana como la nuestra, los temas pro vida y familia son capaces de movilizar masas. La politización de los ‘issues’ sociales –Cipriani estaría extasiado– aparece como única salida para que la Alianza Popular levante. De otro modo, la frase de García: “En otras campañas tenía 5% y terminé ganando” se convertirá en el nuevo: “Yo le gano a todos en segunda vuelta”. Recuerden que el elector peruano no guarda misericordia.