En casa existía una teoría malvada: si papá y mamá no te habían tomado suficientes fotos cuando eras bebe, no te querían. Y, claro, mi hermana y hermano mayores, que fueron la parejita, la novedad, llenaban álbumes con sus caras sonrientes y sus cuerpos rechonchos. El resto a duras penas alcanzábamos a completar un par de páginas. Y es que en el pasado analógico en el que vivíamos tomar fotos era un trámite. Había que tener la cámara a la mano, comprar rollos, tener conocimientos de velocidad y luz, mandarlas revelar... Obviamente, cuando tienes cinco hijos con los mayores todos son Kodak ‘moments’, y con los últimos es probable que todo te dé un poco de flojera.
Hoy es distinto. Podemos tomar fotos con el celular, con la computadora o con la tablet y si vemos algo que nos gusta, zas, lo capturamos. Nuestro hijo riendo, llorando, haciendo caca, cualquier cosa es registrable. Perennizar momentos trascendentes o intrascendentes es un acto cotidiano y casi espontáneo que no requiere mayor explicación. Por lo tanto, preguntarnos por qué las chicas de Hollywood se toman fotos calatas no solo no tiene ningún sentido, sino que es alimentar la idea de que está mal, de que fotografiarse desnuda es un pecado, de que mirarse las tetas a través de una cámara merece ser sancionado. Y es justamente en virtud de ese espíritu que una sarta de desadaptados hackers, o ex novios despechados, son capaces de pasarse meses intentando violar la intimidad de las mujeres para exhibir sus cuerpos desnudos como si fueran una suerte de brujas modernas que deben morir quemadas en la hoguera de las redes sociales.
Las chicas (y los chicos también por si acaso) se toman fotos calatas, provocativas, con cara de que tienen ganas, con cara de niñas, con cara de putas porque les da la gana. Porque el registro en imágenes de ese y todos los aspectos de su vida es absolutamente normal para estas generaciones. Lo hacen porque quieren verse lindas, porque les agrada mirarse, porque sí. Lo hace Jennifer Lawrence, lo hacen las otras 999 actrices de Hollywood que fueron hackeadas esta semana, lo hace su hija adolescente, la hija de su jefe, la secretaria que sirve café todas las mañanas y millones de mujeres y hombres en todo el mundo. El asunto ya dejó de ser un fenómeno y hoy es simplemente un hábito, una costumbre; y no un comportamiento bizarro que se debe castigar con la exposición pública.
Pero como todo indica que los hackers seguirán difundiendo imágenes privadas, tal vez la solución a este atentado contra la intimidad de las mujeres (hasta ahora a nadie se le ocurre exponer fotos de chicos calatos) sea darles la vuelta a la cucufatería y al machismo. Tal vez deberíamos todos exponer nuestra foto más pendeja en el Face antes de que un enfermo nos la robe y la haga pública. Tal vez nos toca posar semicalatas frente al espejo e inundar las redes de ‘selfies’, básicamente tontos e inofensivos, para que por fin dejen de ser noticia. Digámosle al mundo: “Sí pues me hago fotos calata porque me gusta ¿y qué?”. Quitémosle a ese imbécil que hurga en nuestra privacidad el placer de difundir algo que no estamos escondiendo. ¿Total? ¿Qué tiene de malo un ‘selfie’ sexy? Yo cuelgo el mío en mi Face y me apunto a la campaña para que dejemos de ser noticia. ¿Y ustedes?