Nuevas circunscripciones (2), por Carlos Meléndez
Nuevas circunscripciones (2), por Carlos Meléndez
Carlos Meléndez

El problema fundamental de la representación política en el Perú no se resuelve con dictaminar bicameralidad o unicameralidad. Una de las raíces de la crisis de representación se encuentra en su base territorial, el primer paso para la conversión de votos en escaños. No necesitamos más congresistas, sino más distritos electorales –y más pequeños, obviamente– que guarden relación con las dinámicas económicas y sociales del país. Una reforma institucional revolucionaria debe redibujar el mapa con nuevas circunscripciones electorales, distinguiéndose de la división política. Cualquier otra reforma solo hará cosquillas.

Propongo crear distritos electorales alrededor de los clústeres económicos existentes. Ello implica identificar microdistritos y macrodistritos electorales. Los primeros se constituyen sobre ejes económicos al interior de los actuales departamentos o ejes que cruzan las divisiones políticas uniendo provincias de departamentos distintos. Por ejemplo, en Áncash se pueden identificar tres microdistritos conformados por las provincias costeñas (Santa, Casma, Huarmey), las provincias del Callejón de Huaylas y las restantes provincias orientales de Áncash y Huacaybamba (Huánuco) conectadas en la práctica. Así, los cinco escaños asignados a los ancashinos se distribuirían proporcionalmente con el tamaño de la población de estos tres circuitos: dos, dos y uno, respectivamente.

Como se sabe, los distritos electorales pequeños (binominales y uninominales) abonan a la reducción de partidos sin afectar la territorialización de la representación. Se evitarían tergiversaciones –agudizadas por la valla– como la sucedida en Cajamarca, donde los votos fujimoristas en la provincia capital y en Contumazá (dos provincias que forman un microdistrito electoral natural) terminaron asumiendo la representación del resto del departamento –que votó mayoritariamente por Democracia Directa–, dejando a estos sin escaños.

Para que la lógica de los microdistritos no fragmente más el país, necesitamos asimismo macrodistritos que expresen circuitos sociales macrorregionales. Paralelamente, se deben identificar jurisdicciones electorales sobre ejes económicos transregionales como, por ejemplo, la dinámica nororiental (Lambayeque, Cajamarca, Amazonas y San Martín), la del trapecio andino (Ayacucho, provincias de Apurímac y de Huancavelica) y la altiplánica (Puno, provincias altas de Tacna y Moquegua). Estas unidades macrodistritales podrían elegir a dos o tres representantes, según el tamaño de la población. La suma de congresistas no debería ser mucho más de 130.

La virtud de este esquema es que no reemplaza a la actual división política (gobernadores y alcaldes provinciales seguirían eligiéndose por los límites actuales). Más bien, acerca el Congreso a la ciudadanía (se funda en la dinámica cotidiana de la gente) y hace irrelevante la dicotomía de una o dos cámaras. Congresistas de micro y macrodistritos podrían convivir sin problema en un solo hemiciclo; respondiendo a orígenes de representación distintos pero complementarios, enriquecerán el debate.

Para identificar rigurosamente los clústeres estructurantes, necesitamos que un trabajo interdisciplinario (economistas, demógrafos y antropólogos) anteceda a la mano del ‘reformólogo’, para asegurar mayor correspondencia entre la propuesta y la evidencia empírica. Así también acercamos al ‘reformólogo’ a la realidad, siendo posible superar credos espurios –bicameralidad– que solo ahondan el rechazo a la política.