"Abre la incógnita {el plan de gobierno}respecto a si el Ejecutivo tiene claro dónde está la llave del crecimiento económico que resulta esencial para que todo lo prometido tenga sostenibilidad".
"Abre la incógnita {el plan de gobierno}respecto a si el Ejecutivo tiene claro dónde está la llave del crecimiento económico que resulta esencial para que todo lo prometido tenga sostenibilidad".
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > RENZO SALAZAR
Pedro Tenorio

El principal problema del presidente Martín Vizcarra no está en lanzar anuncios, sino en ejecutarlos. Desde julio del 2018 el país ha escuchado de boca del mandatario todo tipo de promesas y compromisos “urgentes”, pero muy poca ha sido su efectividad al respecto. Con un promedio de cumplimiento del presupuesto público bastante deficiente (que a estas alturas del año, según el portal del MEF, se sitúa en un 49%), resulta más que evidente que alrededor de los planes sobran; lo que falta son ejecutores.

Dicho esto, la presentación del posdisolución del Congreso acierta políticamente al centrarse en aspectos sociales –garantizar el acceso a las medicinas genéricas, incremento de la remuneración mínima vital, aumento de pensiones a jubilados, etc.–, asuntos que, más allá de alguna polémica, son positivos. Sin embargo, también abre la incógnita respecto a si el Ejecutivo tiene claro dónde está la llave del crecimiento económico que resulta esencial para que todo lo prometido tenga sostenibilidad en el mediano y largo plazo. Y ahí un elemento clave brilla por su ausencia: el impulso a la lo que explica el bajo nivel de crecimiento que aflige al Perú desde hace varios años.

De aquello no se profundiza nada, solo se menciona un Plan Nacional de Competitividad y Productividad, por citar un caso, que probablemente no trascienda el papel. A Vizcarra lo que más le interesa es seguir sumando puntos en las encuestas, por eso creo que estamos ante un panorama incierto para el jefe de Estado. Es decir, carece de un Congreso al cual culpar de sus fallas, pero ahora también parece faltarle una brújula. A Vizcarra –como a todo político– le encantan los aplausos, el problema es que solo se conforme con obtenerlos.

Pero habrá más: la oposición que obtenga espacios con la elección del nuevo Congreso en enero del 2020 irá por él. La campaña del 2021 comenzará en el momento mismo de la instalación del Legislativo y pondrá en la mira las carencias del Gobierno y del “modelo”. El estallido social en Chile alienta a quienes venían postulando entre nosotros un cambio esencial en el modelo económico de la Constitución de 1993 y no pararán hasta conseguirlo. ¿Vizcarra se comprará el pleito o se pondrá de costado, sin hacer olas hasta julio del 2021?

El presidente tiene un enorme desafío por delante y este no pasa por el “piloto automático”. Sin una oposición que lo rete y le demande acciones más efectivas, Martín Vizcarra corre el riesgo de seguir en el limbo de las promesas. Haber cerrado un desprestigiado Congreso no debería ser su único legado. Mientras antes lo entienda, mejor para todos.

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