El partido lo pagamos tú y yo, por Fritz Du Bois
El partido lo pagamos tú y yo, por Fritz Du Bois
Redacción EC

Al menos no se le puede negar al partido de Humala el hecho de que está haciendo algunas cosas con una transparencia inusitada para la política peruana. Así, recientemente, Dacia Escalante, la todopoderosa encargada de la flamante Oficina Nacional de Gobierno Interior (Onagi) –que con 84 millones de soles cuenta con tres veces el presupuesto de sus antecesores–, ha confesado que como su partido está en ‘restructuración’ no tiene organización, por lo que a los gobernadores no les queda más que cumplir trabajos proselitistas porque al final de cuentas no hay ningún otro nacionalista en el pueblo para poder llevarlos a cabo.

Por lo tanto, ya dejaron de lado la hipocresía de los dos anteriores gobiernos que insistían en que los gobernadores y tenientes gobernadores a lo largo y ancho del territorio todavía tenían utilidad para el país después de que la regionalización les quitó toda función. En realidad, ellos no son más que 3.500 asalariados del partido del gobierno de turno que pagamos todos los peruanos.

Más aun, cuando se eliminaron correctamente los cargos de prefecto y subprefecto, no ocurrió absolutamente nada a nivel de trabajo del Estado. Al contrario, los gobiernos regionales y municipales tuvieron mucho más claro cuáles eran sus obligaciones y el contribuyente se ahorró un chorro de dinero con la cancelación de esos puestos que eran sin duda innecesarios.

Incluso el único motivo por el cual no se eliminaron también los dos últimos cargos en el eslabón centralista de antaño fue la preocupación que tenían en el partido del pueblo acerca del futuro empleo de miles de compañeros en las gobernaciones que serían desocupados. 

En todo caso, ahora que se ha transparentado el mal uso de recursos públicos subsidiando a partidarios ya no le queda otra alternativa al Congreso que promulgar una ley para eliminar esos cargos. De esa manera que lo que alguna vez fue el primer poder del Estado podría intentar reivindicarse con el país, ya que basta ver su nivel de aprobación para darse cuenta de lo bajo que ha caído frente a los ojos de los ciudadanos.

Por otro lado, el Parlamento también podría interpretar el sentimiento abrumadoramente mayoritario e impedir que los presidentes regionales puedan ser reelegidos de inmediato. Esa prohibición de reelección sin pausa, que se podría aplicar a partir de las elecciones de este año si es aprobada pronto, no solo pondría en la misma situación a los gobiernos subnacionales con el régimen presidencial, sino que además permitiría borrar en un solo acto a un gran número de indeseados.

Así tenemos que si buscamos presidentes regionales que no estén involucrados en escándalos, el ratio de buenos a cuestionados es de 10 a 1, por lo que no serían más de un par los lamentablemente afectados, quienes igual pueden intentar regresar en cuatro años. Otra ventaja de esa ley es que evita caciques atornillados, recordemos que la alternancia en el poder es la única garantía, ante nuestra precariedad institucional, que tenemos los peruanos para seguir desarrollando un sano marco democrático.

Al final de cuentas, la aprobación de esas dos leyes urgentes –la eliminación de gobernadores y la no reelección regional– está en manos de los parlamentarios, y más específicamente de su presidente Otárola. Ojalá demuestren estar a la altura de lo demandado y para variar, podamos en unos pocos días felicitarlos.