Pintar la fachada por 28, por Rolando Arellano
Pintar la fachada por 28, por Rolando Arellano
Rolando Arellano C.

Uno de los problemas fundamentales que deberá enfrentar el nuevo gobierno es el de la complejidad del Estado, que impide el avance del bienestar ciudadano. Un ejemplo es la desaparición de la costumbre de pintar las fachadas por Fiestas Patrias, que antes las autoridades estimulaban y hoy muchas reglamentaciones dificultan. Veamos.

Hace un tiempo las actividades infaltables en Fiestas Patrias eran comprarse zapatos nuevos, ir al circo, ponerse una escarapela, colocar una bandera en la azotea y pintar la fachada. Hoy el circo viene también en otras épocas, comprarse zapatos es más frecuente, sigue la obligación de embanderar las casas y algunos se ponen la escarapela, pero casi nadie ya pinta sus propiedades. Hoy no le ponemos ese toque de color con que los peruanos, sobre todo los limeños, nos alegrábamos ante el invierno gris de la época, ni sonreímos como antes, al ver que cada año nuestras casas y ciudades se veían “nuevecitas”, con la mano de pintura que les dábamos. 

Hoy, si usted quiere pintar formalmente su casa o su edificio y vive en un distrito relativamente organizado, tiene que hacer una serie de engorrosos trámites. ¿Pidió usted permiso municipal para pintar? Ojalá, porque si no lo tiene, le caerá multa. ¿Tiene el permiso y empezó a hacerlo? Esperemos que no, porque necesita otro permiso, adicional y a veces de una unidad distinta, para poner el andamio necesario. Ojalá que su vereda sea lo suficientemente ancha para que el aparato no impida el paso, porque si no, no habrá autorización. ¿Tiene ambos requisitos? Qué bueno, pero no se olvide de prepararse para los controles de seguridad de los pintores, con arneses y cascos reglamentarios. Y si cumplió todo eso, hágalo rápido pues será sancionado si actúa en fines de semana (como hacíamos antes, para aprovechar los días libres) o fuera de las horas de trabajo normales. ¿Pintamos?

Por cierto cada uno de esos controles tiene racionalidad, como proteger al vecino y al trabajador, lo cual no está en discusión. Lo discutible es su complejidad, como sucede con tantos otros temas en que el exceso de burocracia impide avanzar hacia el bien común. 

Por ello, como ejemplo a otras autoridades, los municipios podrían dar a sus vecinos, como regalo de Fiestas Patrias, más facilidades para pintar sus fachadas. Así todos tendríamos una ciudad más bella y los ciudadanos apreciaríamos más a la autoridad que nos estimula a dar una nota de color a estos días de mayor patriotismo. ¿Qué alcalde quiere hacerse famoso por eso?

N.B. Mientras escribo sobre nuestras Fiestas Patrias, leo las noticias del atentado en las Fiestas Patrias francesas en Niza y no puedo dejar de señalar mi solidaridad con el pueblo francés.