Plata no es, por Patricia del Río
Plata no es, por Patricia del Río
Patricia del Río

Esta semana se desató la polémica sobre si deben o no realizarse los en Lima. Están los que creen que cancelarlos dañaría el futuro del deporte; y también los que alegan que la Magdalena no está para tafetanes y que no es hora de gastar en coliseos y estadios que no son prioritarios. En ambos lados hay argumentos válidos. Sin embargo, la discusión ya se descarriló y ha terminado revelando algunas percepciones sobre este gobierno que no tienen nada que ver con la cantidad de plata que tenemos para gastar en las cuestionadas obras. Veamos:

Desconfianza. Desde que Pedro Pablo Kuczynski asumió la presidencia muchas expectativas se han visto insatisfechas. Los problemas de inseguridad ciudadana que continúan, la falta de liderazgo para sacar adelante proyectos como el de Chinchero y la caída en las encuestas han mermado la confianza de la población en su presidente y su equipo de gobierno. Por eso, cuando PPK dice que tenemos capacidad para reconstruir las zonas afectadas por los huaicos y organizar los Panamericanos la gente no le cree. No dudan de que haya buena voluntad, pero no lo creen capaz de cumplir con lo que promete.

Desconexión. Escuchar al presidente decir en medio de un drama nacional que “es una tragedia que el Perú renuncie a hacer los Panamericanos” dispara inevitablemente la percepción, manipulada por muchos en las redes sociales, de que este gobierno anda en la luna y no conecta con los problemas de las mayorías. Y acá no se trata de si la percepción es justa o no. Acá lo que importa son los mensajes que se proyectan y el uso que les dan los adversarios políticos. Desgraciadamente, después de frases como esa, cuesta no percibir como frívolos unos juegos que, por el momento, chocan con prioridades que hacen la diferencia entre la vida y la muerte. 

Corrupción. Al gobierno de PPK le ha tocado lidiar con el escándalo de corrupción más grande y vergonzoso de los últimos años. El Caso Odebrecht tiene asqueada a la población y, en ese contexto, anunciar que el Estado va a hacer estadios por aquí y carreteras por allá no parece una noticia auspiciosa: ¿quién va a controlar el gasto?, ¿tenemos capacidad para fiscalizar el uso correcto de esos fondos?, ¿cuántas empresas se van a beneficiar mientras hay quienes no tienen donde dormir esta noche?

Miedo al elefante. Si algo sobran en nuestro país son estadios a medio construir, coliseos gigantes innecesarios y elefantes de cemento abandonados sin que nadie explique por qué no se terminaron. La gente está harta de tanta ineficiencia, y ya no se cree el cuento de la cancha propia.

Si a todo esto le sumamos el calor insoportable, la falta de agua, la sensación de que todo se desmorona, la lentitud de un Estado al que le sobran ganas pero le falta eficiencia para atender emergencias cotidianas, entonces los Panamericanos no tienen las de ganar, porque esto es mucho más complejo que un tema de plata.