“Playboy” sin calatas, por Patricia del Río
“Playboy” sin calatas, por Patricia del Río
Patricia del Río

Tarde o temprano iba a ocurrir. “”, la revista que luchó contra conservadurismos y se atrevió a poner en sus páginas los secretos que escondían los hombres en sus mentes, anunció que saldrá sin calatas. ¿El motivo? No es que se hayan vuelto guardianes de las “buenas” costumbres, ni pensar siquiera que Hugh Hefner, ese señor que vive en pijama, en una mansión rodeado de gringas, recapacitó y dejó de ver a las mujeres como simples objetos de deseo. Nada de eso. Lo que ocurrió es más sencillo, se llama Internet y tiene que ver con que ningún chico, joven, muchacho o cuarentón de hoy está dispuesto a pagar un sol por ver lo que consigue gratis con un clic. La oferta de desnudos, pornografía y rarezas sexuales en la web es casi tan vasta como la variedad de perversiones del ser humano y uno la puede consumir desde su computadora, su celular (ahora ya saben por qué las pantallas de los teléfonos móviles empezaron a crecer) o su tablet. Se acabaron las “Playboy” que mis primos y hermanos guardaban debajo de la cama y empezó la pesadilla para las mamás que nos la pasamos aplicándole filtros a la computadora para que nuestros chicos no vean más de lo que pueden entender.

Pero esa es otra historia. La que nos interesa hoy es cómo una publicación que basó su éxito en satisfacer una curiosidad, morbosidad (llámenlo como quieran) humana, hoy se ve obligada a reinventarse y reconoce que la supervivencia depende de la capacidad de adaptación. Suponemos que “Playboy” explotará lo que sigue teniendo un público interesado: sus entrevistas a personajes emblemáticos (entre los que se encuentran Fidel Castro, Orson Welles, , Stephen Hawking o John Lennon), así como sus ensayos y relatos de ficción. Y a eso le agregará alguna fórmula ganadora que lo devuelva a las grandes ligas. 

El tiempo dirá si los cambios en la revista del conejo en smoking resultan beneficiosos. Más allá de los resultados, sin embargo, hay una lección que aprender: no importa cuán exitosa haya sido la fórmula, el mundo ha cambiado de manera radical y los ciudadanos de hoy tienen otras formas de conseguir lo que quieren. Sin ánimo de ponernos muy profundos, porque al fin y al cabo estamos hablando de las calatas de “Playboy”, parece evidente que la digitalización de la información no es una revolución menor. Tal vez la última vez que nuestro cerebro empezó a almacenar los conocimientos de una manera radicalmente distinta a como lo habían hecho las generaciones anteriores fue con el descubrimiento de la imprenta. Y eso no es simplemente una nueva moda o un asunto de tendencias. Estamos frente a una de esas revoluciones que producen ciudadanos nuevos: con otros intereses, otras expectativas y con un poder que pueden usar perfectamente contra quien se quedó en el pasado.

Hugh Hefner, el hombre de 89 años que revolucionó el mundo de las revistas el día que colocó a en cueros, en su primer “Playboy” (1953), hoy viste de nuevo a sus chicas y apuesta por otra cosa. Resulta interesante, en cambio, ver cómo nuestros políticos no quieren cambiar la ley de partidos, insisten en defender organizaciones verticales y poco transparentes, y creen que van a conseguir votos ofreciendo un Ministerio de la Juventud. Está claro que no la ven. Que se quedaron entre los que siguen escondiendo su “Playboy” debajo de la cama.