El príncipe y las coristas, por Ricardo Vásquez Kunze
El príncipe y las coristas, por Ricardo Vásquez Kunze
Ricardo Vásquez Kunze

 "Gobernar no consiste en solucionar problemas, sino en hacer callar a los que los provocan". Giulio Andreotti

A ver. PPK hace públicamente una broma de mal gusto y le dice a su ministra de Salud que le vaya a preguntar al cardenal su opinión sobre la distribución del AOE  por los hospitales del Estado, ordenada por un juez. 

Estallan las risas y los progresistas de la corrección política aplauden el chiste pesado de PPK, pues es bien sabida la posición universal de la Iglesia sobre el tema. 

Dicen algunos “académicos” y profesores universitarios que está bien que el presidente ponga en su sitio a la Iglesia entre bromas, pues la política de salud reproductiva la define el Estado y no la Iglesia. 

Pues bien, el sábado el cardenal responde a la pregunta de mal gusto hecha por PPK y le paga con la misma moneda –digamos que, como decía Giulio Andreotti, el gran estadista italiano, “Dios en su infinita sabiduría solo ha puesto en el hombre dos mejillas que presentar para ser cacheteadas, no tres ni cuatro”–. 

¿Y qué dice el cardenal? Pues que a PPK le han salido tres ministras “respondonas” que “lo han empujado a una agenda que el Perú no quiere”.

Por supuesto que aquí, a diferencia del humor pesado del presidente, nadie se ríe y, por el contrario, periodistas, politólogos, académicos, feministas, LGTBI, actores, artistas, congresistas y mujeres saltan hasta el techo y chillan  por lo que, ahora sí no consideran una broma. Se acabaron las risas y las celebraciones, ¡esto es en serio! 

En política toda broma es en serio, ¿sabían? Todas tienen una intención política, ¿comprenden? Por lo que si el cardenal le responde “en serio” al presidente es porque este se ha metido “en serio” con él (y con la Iglesia). Porque así como cuando “si tocan a una nos tocan a todas”, del mismo modo cuando “tocan a un ‘consagrado’ los tocan a todos”. ¿Acaso no esa es la ley no escrita de las cofradías? 

El asunto de fondo sin embargo está en lo que ha dicho el cardenal: “una agenda que el Perú no quiere”. La Constitución defiende a la persona humana desde su concepción, es decir, rechaza el aborto. Los que quieren cambiar este estado de cosas –subrepticiamente a través de fallos judiciales y literaturas médicas debatibles– deben modificar la Constitución. Recaben firmas para pedir un plebiscito y gánenlo, y se acabó el tema.

En cuanto a las tres ministras, son las menos responsables de todo lo generado por PPK, pues solo han dicho que van a cumplir con el fallo judicial. Pero en este caso no me puedo poner de su lado, queridas amigas. Es que entre un coro ministerial y un príncipe, siempre preferiré al príncipe.

Está en mi naturaleza, ¡qué les puedo decir!