Salvando tus ahorros, por Carlos Adrianzén
Salvando tus ahorros, por Carlos Adrianzén
Carlos Adrianzén

La reforma previsional de 1993 que introduce a las administradoras previsionales privadas (AFP) se da para quitar de las manos de un gestor desprestigiado (la burocracia peruana) los aportes a los que nos obliga la ley. Este cambio de rumbo introdujo un esquema con cuentas individuales de propiedad privada. Si obviamos que el gobierno no devolvió la mayor porción de los fondos descontados a los trabajadores que ahorraron en el , hasta podríamos decir que la aludida reforma noventera tuvo sus razones.

Por desgracia, en los últimos años todo se ha complicado. La idea de que un trabajador sea dueño de su jubilación se aleja. La burocracia, en forma pausada, aprendió a malograr el esquema (léase: diseñar un marco para expropiar indirectamente los fondos) a través de la regulación. 

Hoy las eligen entre pocos instrumentos; no pueden diversificar globalmente el riesgo de sus inversiones; se sobreexponen y financian gastos estatales. Además, paralelamente, la superintendencia subasta bianualmente las nuevas afiliaciones, quiebra la intangibilidad de los fondos (con la impopular comisión mixta), obliga a los jubilados a elegir solo entre retiros programados y rentas vitalicias (con tablas de mortalidad tan irreales que enrojecerían a un ladrón de bancos). 

Todo esto mientras, con la obligada colaboración de las reguladas, pretende instalar directores cuasi burócratas en cada AFP (a los que llama “independientes”). Nos guste aceptarlo o no, cada día las AFP peruanas se parecen más a las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones () argentinas (sobrerreguladas por su gobierno hasta su final insolvencia). 

Por ello, es oportuno actuar. Hay que recordar que los ahorros tienen dueños (los trabajadores), a quienes se les debe devolver el uso libre de su dinero. Estos deben poder usar previsionalmente sus ahorros como mejor les plazca. No solo al momento de la jubilación, sino desde mucho antes. Cada trabajador debería elegir en qué instrumento o institución ahorra. Puntualmente entre qué productos previsionales (cuentas individuales AFP, colaterales bancarios para préstamos hipotecarios, etc.) o instituciones (AFP, banco, etc.) desea ahorrar. Y para el fin que este desee. Sin restricciones. Después de todo, es su dinero y es su vejez. 

Introducir la burocracia entre los trabajadores y sus ahorros nunca fue una buena idea.

Los sobredimensionados temores ante la falta de cobertura previsional de la mayoría de los trabajadores peruanos son tan ilusos como contrabandistas. No es solo que el grueso de la gente –al tener ingresos cercanos a la subsistencia– no pueda ahorrar para comprar un paquete adecuado en una AFP, sino que desde la época de Ñangué nuestro país ha desarrollado sus propios mecanismos previsionales, para todo bolsillo.

La impopularidad actual del sistema privado la explica una regulación tan torpe como cargada ideológicamente. No es solo que nadie le crea al cuando este descartó técnicamente que las AFP concertaban. Los ahorristas desconfían de un sistema que los expone a previsibles riesgos devaluatorios, en el que la libertad de elección ha desaparecido (y casi todo proviene de una imposición estatal) y en el que se les obliga hoy a financiar gastos del gobierno; tal como mañana los podría obligar a financiar proyectos de infraestructura estatal (que previsiblemente la burocracia no va a repagar).

¿Y qué pasaría con las AFP? Ellas se cuidan solas: son empresas privadas.