Ilustración: Víctor Aguilar
Ilustración: Víctor Aguilar
Pedro Tenorio

(PPK) debía salvar su presidencia, pero nunca tuvo la convicción ni el temple suficientes y ya sabemos cómo terminó esa historia. Hoy (FP) debería salvar al Congreso, y pese a sus grandes diferencias con PPK, todo indica que incurrirá en el mismo yerro. Cuando hablo de “salvar” al Parlamento no parto pensando que el fujimorismo sea el principal responsable de su desprestigio, ni me baso únicamente en su aprobación ciudadana
–que a veces baja y otras sube, como en abril, a juzgar por la encuesta nacional de GFK que la sitúa en 15%–, pues su crisis de representación va más allá de estos números y, mirando a futuro, amenaza la supervivencia de la actual clase política, pues salpica a todos sin excepciones.

Por ello, mientras el Ejecutivo ingresa a una nueva etapa con la presidencia de Martín Vizcarra, el Congreso necesita cambiar y eso solo lo conseguirá priorizando reformas y convirtiéndose en un centro de debate y legislación al servicio de la gente y no de un puñado de impresentables que buscan blindaje político para huir de la justicia. Dada la amplia mayoría de la que aún dispone FP, este será el balance que los votantes harán más adelante: PPK fue un fiasco en el Gobierno, ¿pero qué hizo para marcar la diferencia y dejar un Parlamento en sintonía con las necesidades ciudadanas?

No hacer nada de aquí al 2021 significará ser barridos por quienes ofrezcan el “cambio”. Por eso deberían actuar cuanto antes.

Un tema clave es la lucha anticorrupción y ahí urge una ley que sancione el delito de financiamiento ilícito de campañas electorales. Hoy es una falta administrativa, motivo de escándalo y de ataque, pero nada impide que dinero proveniente del narcotráfico, la minería ilegal o la corrupción de ciertas empresas proveedoras del Estado (como ha sido el Caso Lava Jato en el Perú) continúe pervirtiendo la política.

Otro será el desafuero de tantos parlamentarios que cometieron delitos antes de llegar al Legislativo y de quienes falsearon groseramente sus hojas de vida, así como los que vienen siendo denunciados por graves faltas (cobro de cupos a sus trabajadores, defensa de intereses particulares y más). Que en este punto nadie haga nada –la Comisión de Ética no sesiona, menos sanciona– y que la Mesa Directiva se lave las manos es suicida. Neutralizado Kenji Fujimori, Keiko no debería temer la llegada de nuevos legisladores (accesitarios) para completar el período de los que merecen ser echados y conducidos ante un juez.

Martín Vizcarra sabe lo que tiene que hacer. ¿Lo sabe también Keiko? Creemos que sí, pero hasta ahora no da señales de querer hacerlo. Y el tiempo vuela.