El consomé de Herodes, por Mario Ghibellini
El consomé de Herodes, por Mario Ghibellini
Mario Ghibellini

En su afán de alcanzar una dosis de poder o conservar la que ya pudieran haber conquistado, los políticos acaban muchas veces balaceándose entre la irrisión y el descrédito. El tono categórico de lo que afirmaron o hicieron ayer se vuelve de pronto contra ellos en un presente de necesidades mundanas, y entonces Alan anuncia que se ha aliado con la otrora “candidata de los ricos”, Kuczynski llama a conjurar la amenaza totalitaria que representa la postulante a la que respaldó con fuegos artificiales en la segunda vuelta del 2011, y algún otro aspirante a la presidencia se empuja el día del desayuno electoral un chicharrón más grande que el que desdeñó semanas antes, en plena campaña.

Pues bien, todo indica que Verónika Mendoza se está enredando en estos días en un trance similar a propósito de los dilemas que le plantea la actual segunda vuelta. Aparte de los problemas que demostró tener para verbalizar el enojoso dato de que ninguno de los dos candidatos que habían clasificado para disputarla se apellidaba Mendoza (pedirle que los felicitara habría provocado ya una intervención de Human Rights Watch), la necesidad de apoyar a uno de ellos se le hace tan intragable como perentoria.

Offshore electoral

Su encrucijada es más o menos así: durante la primera vuelta, identificó a Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski como dos variaciones de un mismo tema (la defensa del modelo económico que ella aspiraba a derogar) y le asignó a cada uno, un colorido alias. La líder de Fuerza Popular era “la hija del dictador” y el postulante de Peruanos por el Kambio, el martillero que, a su paso por el poder, se encargó de “rematar nuestros recursos naturales”. ¿Cómo llamar, entonces, a votar por alguno de ellos en el balotaje? Imposible.

Pero, claro, los votos que obtuvo el 10 de abril de todos modos van a recolocarse mayoritariamente bajo una de las dos candidaturas sobrevivientes (si es que, como sugieren las encuestas, no lo han hecho ya). Y la imagen de un general corriendo detrás de sus ejércitos siempre es un tanto deslucida.

Además, si se la ajusta para ver a cuál de sus dos ex contendores rechaza de manera más enfática, se nota que, si bien el rechazo es igual, en un caso es más igual que en el otro. “Para que quede absolutamente claro: no vamos a respaldar ni apoyar ni avalar ninguna de las dos candidaturas que han quedado en segunda vuelta. Ambas representan la continuidad de un modelo depredador y excluyente que nosotros queremos cambiar”, ha dicho. Para luego agregar: “Sin embargo, también tenemos absolutamente claro que lo peor que le puede pasar a nuestro país es el retorno del fujimontesinimo al gobierno”.

De absolutamente claro, por supuesto, nada. Y no es que su libretista haya sido Toledo, sino que la sopa de Herodes que tiene por delante parece ir antojándosele cada vez más como un consomé. Esto es, como un amargo concentrado de todo aquello que no le gusta, pero que tiene que tomar porque, si no, ya se sabe…

¡Ahhh, cómo no hubiera ‘offshore’ electorales, donde uno pudiese depositar sus respaldos políticos sin que su nombre apareciera! Pero mientras eso no exista, provecho, señora.

(Publicado en la revista Somos el sábado 23 de abril del 2016)