Como quien calienta para Fiestas Patrias, la primera dama ensayó esta semana una defensa de la independencia del Parlamento frente al Ejecutivo. Ante una pregunta sobre la posibilidad de que Marisol Espinoza fuese la candidata del humalismo a la presidencia del Congreso, ella respondió tajante: “El presidente siempre señaló que Marisol Espinoza no podría ser presidenta del Legislativo porque debe existir un equilibrio de poderes […] y tenemos hasta ahora una sola vicepresidenta de la República”. A continuación, ya en tono personal, le dijo la periodista que la entrevistaba: “Imagínate, una vicepresidenta y presidenta a la vez del Congreso”. Y por último, con una ligera negación de la cabeza, sentenció: “Eso se señaló desde el principio”. Y por un instante, fue como si esa guardia gobiernista que la rodea cuando hace anuncios dramáticos en el Parlamento meneara hipnotizada la cabeza con ella.
Luz rojaEl prurito por salvaguardar la soberanía del Legislativo es por supuesto saludable, pero llama un poco la atención que se exprese a través de un ucase dictado a la bancada oficialista desde la sede principal del Ejecutivo (Palacio de Gobierno, donde se realizó la entrevista): precisamente la circunstancia que, en teoría, los bloqueos a la candidatura de Espinoza buscarían evitar. Aunque atribuida originalmente al presidente Humala, además, resulta que la regla en cuestión fue enunciada por quien ha sido identificada como la dispensadora de la ‘luz verde’ en esta administración. Y quien emite luces verdes, ya se sabe, puede por lo general emitirlas también en tonos escarlata, bermejos o carmesí.
El equilibrio de poderes, por lo demás, nunca ha dado la impresión de ser una institución muy apreciada por este gobierno. Por un lado, porque el mandatario tiende a referirse al sector de la representación nacional que lo incomoda con palabras o fórmulas que evocan la imagen de perros insubordinados (“jauría” o “ladran es señal [de] que estamos avanzando” son las que vienen inmediatamente a la memoria). Pero sobre todo porque, para que haya equilibrio de poderes, tienen que existir por lo menos dos; y en, los últimos cuatro años, aquí solo hemos conocido uno.
De una sola fuente, por ejemplo, han provenido las indicaciones terminantes sobre las compras del estado que ‘van’ o ‘no van’ (ya sea que hablemos de refinerías de petróleo o material para el ministerio de Defensa). De una sola fuente, también, han emanado los anuncios sobre lo que está o no en discusión en determinado momento al interior del gobierno (digamos, el aumento del sueldo mínimo). Y en consecuencia, cuando es esa misma fuente la que modula los requerimientos para que una representante del oficialismo postule a la presidencia del Legislativo, cabe maliciar que el celo que existe detrás de ello no es el de la independencia de ese poder, sino otro, más menudo y deleznable. Particularmente, si la persona que resulta desplazada a causa de esos requerimientos ya fue el año pasado motivo de una pataleta palaciega (con fuga de escisión partidaria) y objeto de espionaje por parte de la Dini.
Orden de inamovilidad Pongamos, entonces, lo ocurrido en perspectiva. Discreta y con ideas propias, Marisol Espinoza expresa todo lo que repele al poder sin equilibrio que impera en este gobierno, y el veto a su candidatura es, en realidad, un intento de bloquear la posibilidad de un Congreso independiente y no lo contrario.
Así las cosas, uno desearía que, como un homenaje a aquello que celebramos en Fiestas Patrias, ella se apartase por fin del partido que tan mal la ha tratado pero no de la vicepresidencia. Si no por otro motivo, por el gusto de ver a quienes sistemáticamente han buscado marginarla ante la disyuntiva fatal de no viajar la próxima vez que tengan un compromiso internacional o dejar las riendas del gobierno en sus manos. Ese sí que sería un día de la independencia.
(Publicado en la revista Somos el sábado 25 de julio del 2015)