“El mensaje parecía, más bien, uno de esos que se insertan enrollados en una botella y se lanzan al mar para que, en algún punto remoto en el espacio y el tiempo, alguien lo suficientemente desinformado lo lea un día y crea que describe un universo real”.
“El mensaje parecía, más bien, uno de esos que se insertan enrollados en una botella y se lanzan al mar para que, en algún punto remoto en el espacio y el tiempo, alguien lo suficientemente desinformado lo lea un día y crea que describe un universo real”.
Mario Ghibellini

Los mensajes presidenciales por 28 de julio son un pariente pobre de la epopeya: recurren a la evocación de los héroes nacionales –ilustres compatriotas cuyo sacrificio no merecería ser asociado a las penosas gestiones de los presidentes que los invocan–, abundan en hipérboles y, en última instancia, consisten siempre en una larga recitación de proezas que a nadie le constan.