Vaya que Frecuencia Latina ha aprendido a buscar formatos. “La banda” no la ha comprado en la Natpe, la feria de TV más conocida de Occidente, sino en Tailandia. Ricardo Morán, el hombre de Rayo en la Botella (la empresa productora que se hace cargo del programa junto a Canal 2), me contaba el año pasado de su shock cultural, al ver en Bangkok las extrañas similitudes de los usos y rituales latinos con los asiáticos.
“La banda” es más exigente, como formato, que “Yo soy” y que “La voz”. Mezcla muchas cosas: varios géneros en una sola presentación, varios músicos (cantantes e instrumentistas) que se reparten el protagonismo, y un set de reglas de juicio algo complicado: de cuatro jueces, basta que dos suban una palanca que acerca sus butacas al escenario mientras un muro se va cerrando sobre los pobres desgañitados. O sea, varias tensiones y líneas de fuga, desde y hacia un escenario sobrepoblado.
Para que el menú thai esté completo con un toque sentimental, Adolfo Aguilar y Diego Ubierna entrevistan a orgullosos familiares de bajistas, bateristas y primeras voces. Como ven, es un arroz con mango, pero ese plato existe de veras en la rica gastronomía thai.
Para remate, Morán y su productor de campo, Sebastián Martins, juegan a convertir a Maricarmen Marín en ícono del disfraz, cual forzada Lady Gaga. Too much. Lo que sí me gusta es que el jurado vacila a los concursantes tanto como se vacila entre sí. Salim Vera juega a ser el más exigente, y Jandy Feliz a no parecer tan buenote. Un formato recargado, que bien harían en depurar para pasar del arroz con mango al cebichito thai.
Y tú, ¿qué piensas de “La banda”?