Bruno Ascenzo, el agrandado
Bruno Ascenzo, el agrandado
Fernando Vivas

El problema de “” es de tiempo. Bruno Ascenzo ha hecho una película de cuarentones cuando apenas tiene 29. Esa década de desfase en una película de nostalgia generacional, crea un problema de inspiración, de feeling, de estructura, de todo. No puedes meterte en el elástico pellejo de un cuarentón que ha vivido la democracia inflacionaria de Alan y ya estaba grandecito cuando lo cogió el fujimorismo con todas sus perversiones, si tienes la edad e inimputabilidad de Kenji.

¿Cómo entender por lo que hemos pasado los analógicos, mecanográficos e incomunicados mayores de 40 cuando hacemos un remember, si eres un nativo digital que aprendió lo políticamente correcto en la transición de Paniagua?

Bruno, de puro agrandado, tiene que forzar sentimientos que en otros surgen espontáneos, sentimientos que son esenciales porque se empapan en las corrientes subterráneas de una sociedad, de su Historia con mayúscula. Por más ligera que sea una comedia de reencuentro de promo escolar, ese manejo del  Tiempo, también con mayúscula, es crucial porque determina desde el soundtrack hasta los puntos de vista y los prejuicios con el que cada viejo amigo se mira en el espejo del otro. Por eso hay reacciones confusas entre ellos. Por ejemplo, la historia lésbica entre Sofía Rocha y Gianella Neyra llama a escándalo a un despabilado –y drogado- Carlos Alcántara, mientras su mujer Katia Condos la aplaude con entusiasmo. Tampoco me trago el resorte dramático que hace irrumpir a los jóvenes en  el  ágape cuarentón: ¿por qué una despierta universitaria como Lali Espósito que tira con su novio Andrés Wiese en el cuarto, tiene que recriminarle a su madre Johanna San Miguel que tire con su compañero de clase Stefano Salvini?

El tiempo, ahora con minúscula, sigue siendo el problema central de “A los 40”. Bruno apuesta a la unidad dramática, concentrando la acción en unas horas, y también apuesta al coro de personajes, o sea, al cine de muchos caracteres, juntándolos a todos  para que expresen sus vidas y sus dilemas cantando y hablando.  Y como eso es lo mejor de la película, me frustra que quiebre las mejores escenas grupales con figuras narrativas inconvenientes, escenas de poca envergadura o algún montaje secuencia. Me fastidia esa fuga hacia la playa desde el campo, rompiendo el  realismo geográfico. Como si hubiera un tiempo del guión, un tiempo de la puesta en escena, y otro de la edición, que no concuerdan.

Sin embargo, dije que me gustaban las escenas grupales y ahí hay buena chamba de Bruno con un cast que mezcla ex clauns (Alcántara, Wendy Ramos, Carlos Carlín, Johanna, Katia, Patricia Portocarrero) con buenas actrices cono Gianella Neyra, Sofía Rocha o Gabriela Velásquez.  Y quiero destacar a Johanna, por encima de los demás y a pesar de algunas criticas que no comparto a su clave alta, porque la chata con sus taconazos, se empina y brinca histérica hasta que su personaje supera la caricatura de diva hipócrita de la tele. Mi escena favorita es verla arriar a chicotazos a Sofia Rocha para que replique su zalamería en el encuentro de la promo.

La película está llena, por fortuna, de esos gags de diálogo y de actuación, que compensan sus problemas de tiempo y llenan las salas de risas y aplausos. Hay una promoción de cuarentones y cincuentones de verdad (a la que se suma Salvador del Solar con un pequeño papel) en la que el agrandado Bruno, que brincaba en "América teens" cuando los otros bregaban en telenovelas, quiere sentirse a gusto a como dé lugar.

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