Esto es guerra y no bromeo. Hay un recrudecimiento de la pacatería en el Perú. Hay una alianza católico evangélica contra el proyecto de unión civil, contra el aborto aunque sea terapéutico y, ahora, ¡esto ya es el colmo!, hasta contra la inerme calatería.
Nuestra tierra está padeciendo -e insisto que no es broma- una ofensiva de fanáticos moralistas que creen prioritario luchar contra las libertades sexuales antes que contra las lacras del crimen organizado ¡Creen más importante marchar contra las feministas y los gays que contra los narcos y extorsionadores¡
La Asociación Valores Humanos, por ejemplo, arremete contra los desnudos en el horario de protección al menor, como si a los niños tuviéramos que protegerlos del cuerpo humano. Eso les preocupa más que la violencia criminal, que el engaño y que el delito sobreexpuesto. Lo he discutido con su directiva, a la que por cierto apoyo en muchas de sus justas quejas, pero lamento que le den tanta importancia a lo que, a estas alturas, no la tiene para los chibolos.
¿Qué peligro entraña para un mocoso la exhibición de unas tetas iguales a las que lo amamantaron? ¿Qué daño le puede hacer conocer los genitales del cuerpo adulto? No hablo de la exhibición de actos sexuales al desnudo, es decir, pornografía; pues el niño no está biológica y emocionalmente preparado para proyectarse en esas escenas. Hablo de la conveniencia de ser más liberales en lo que a la piel descubierta se refiere. Nuestra educación represora del desnudo, crea problemas de sociabilidad y de autoestima en la adultez. El latino en general, y el peruano en particular, es un acomplejado a la hora del destape, si se le compara con europeos y norteamericanos.
Por todo esto, me sorprende leer comentarios de lectores que fustigan a Vania Bludau por su profesional destape, o que babean por ella como si fuera el desnudo del milenio. Tal escándalo, de condena o de aplauso, le quita al naturismo su encanto natural. A estas alturas de la humanidad, debiéramos pasar la página (o las páginas de la revista SoHo en este caso) y ver las escenas de su video promocional, con moderado placer, y punto. Por cierto, aquí se han tapado algunas partes, por una decisión editorial que no comparto pero que debo tolerar.
Me he avergonzado al ver a colegas preguntarle al novio de Vania si está molesto. Por suerte, Sebastián Lizarzaburu, que no es pacato, dice que no tiene nada que reprochar a su chica. Caray, como si en otras partes y aquí mismo en otras temporadas, no hubiérmaos estado ante otros casos de desnudos, con o sin coartada artísitca. Por suerte, el cine y el teatro, son más liberales al respecto. Pero en la TV y en la prensa escrita, la línea editorial se siente obligada a sintonizar con la ofensiva pacata y se pone a pixelar y tapar pezones y genitales.
Es cierto, pues, que hemos retrocedido. A comienzos de los 90, la revista “Vea” publicó desnudos de Mónica Sánchez, Susan León y Leslie Stewart. Sin embargo, décadas después, todavía leemos entrevistas a actrices y modelos que aseguran que no se desnudarían por nada. Lo mismo vale para los hombres.
Otra polémica que me avergonzó, pues en su lugar no debió haber más que un divertido asombro, fue la de la calatería en Machu Picchu. Lo que bien vale leerse como una reacción de entusiasmo naturista ante la maravilla, algunos lo quiieron ver como una execración a la patria. Bah.
Habrá que dar la batalla. Sin armas y sin ropa. Defendiendo el desnudo igualitario. Promoviendo playas y campamentos 'clothing optional' (vestirse es opcional). Por culpa de los pacatos, hemos dado un paso atrás pero daremos, calatos y con la frente en alto, dos pasos adelante. Apúntense sin roche.