Te fregaste, Vania

El último de los cuentos que alguien pudo creerle a Vania Bludau
Te fregaste, Vania

Hace poco vi, en la revista Soho Perú, las fotos y el video de una anatomía espléndida que llamaba a ser compartida con el prójimo. Virtualmente, claro. Un cuerpo de competencia pura, ni muy suave que le abriera la puerta a la celulitis, ni muy duro que se arriesgara a la vigorexia. Me pareció tan pacato y tan idiota leer comentarios de lectores que criticaban a Vania Bludau por sus desnudos, que la celebré de buena gana en un post.

Pero no me gusta la mujer detrás del cuerpo. Jamás me obnubilaré por su belleza al punto de cegarme ante sus mentiras y manipulaciones. Alabar el cuerpo de Vania es tan legítimo como festejar la voz de Lucía de la Cruz, y a ambas no las tendría como amigas. Si no le perdono sus tretas a Tilsa Lozano, tampoco se las pasaré por alto a quien la ha sucedido como chica polémica de Frecuencia Latina.

Ayer vi, en la cuenta de Twitter de Vania, una ecografía y una frase que daba a entender, con cierto misterio, que sería una madre soltera y bendecida. No le creí, porque Vania no es de confiar. Pensé que en pocos minutos aclararía que se trataba de una broma, pero pasaron horas. Su silencio hizo desaparecer el humor y configuró una estafa.

¿Por qué no podía creerle? Porque Vania la soltera, tiene toda la información, las ambiciones y el talante para no embarazarse, por ahora. Si lo estuviera, habría un padre que supliera, con su solvencia, todo lo que la fama le da. Pero yo intuía que no estábamos ante un caso de embarazo mata billetera que mata galán.

¿Qué me arriesgo a ser prejuicioso? Creo que estoy siendo simple y humanamente reactivo. Como cualquiera de ustedes al enterarse, en los últimos minutos de “Calle 7”, el programa donde Vania quiere brincar por encima de todos, que la ecografía no era de ella sino de su perrita. Cosa que tampoco tengo por qué creerle, pues pudo ser una imagen extraída de la red. En fin, convengamos en que no está embarazada.

Por poca cosa, Vania quemó sus últimas naves de credibilidad. Ya no le creeremos nada, ni sus logros, ni sus sueños, ni sus dramas. Cuando grite, ¡lobo!, como el chibolo mentiroso de la fábula, nadie acudirá a su rescate. Y cuando al canal le caiga una queja formal, por jugar así con las expectativas de la gente en el horario familiar, la UIT de multa bien podrían descontarla de su sueldo. El único arrepentimiento creíble sería que haga mutis por una temporada entera.

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